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El acento
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

La crisis financiera merece otro ‘relato’

La política económica clientelar y contraria a los intereses del Estado seguida por los Gobiernos del PP (ni siquiera es necesario introducir el factor de la corrupción) llevó a la quiebra a un tercio del sistema financiero

Rodrigo Rato, exvicepresidente del Gobierno.Vídeo: Andrea Comas
Jesús Mota

Antes de que, como consecuencia del jaque discurso de Rodrigo Rato en el Congreso, nos atropelle otro relato tan falso como el de la seráfica Cataluña oprimida por el ogro español, parece oportuno ofrecer una relación de la herencia dejada por las dos legislaturas de José María Aznar en la economía española. El legado Rato (su responsabilidad en la crisis) no se agota en una relación triunfal de reformas (?) y la gloria de la estabilidad macroeconómica. Puede contarse así. 1. Una burbuja inmobiliaria cuya explosión se llevó por delante a las cajas de ahorros y fue responsable a partir de 2008 del hundimiento fulgurante del empleo; esa burbuja, negada enfáticamente por Aznar y Rato, fue vendida inicialmente (otra vez el relato) como un milagro económico, cuando en realidad respondía a que la economía española estaba operando con un tipo de interés (el de la eurozona) muy por debajo del necesario para corregir la inflación.

2. Desarme fiscal intensivo del Estado mediante reducciones de impuestos fuera de lugar en una estructura tributaria más débil que las de los países de su entorno europeo. La irresponsabilidad tributaria causó la indefensión del Estado en la recesión aguda provocada por la crisis financiera e inauguró la conducta política neurótica de curar todos los males, sea cual sea su naturaleza, mediante reducciones de impuestos; que, por cierto, aplicaron también Zapatero y Solbes.

3. Invasión de los consejos de las cajas de ahorros por cuadros políticos sin capacidad técnica; la ocupación política de los consejos permitió colocar a la clientela política de los poderes autonómicos, deterioró la calidad de gestión de las cajas y abrió las compuertas al despilfarro devastador de préstamos y créditos hipotecarios al mercado del ladrillo, causa eficiente de la crisis financiera más grave que ha sufrido España (los Gobiernos del señor Aznar, de los cuales el señor Rato era vicepresidente, permitieron legalmente este modelo intervencionista y alentaron su desarrollo). 4. Degradación sistemática del prestigio del Banco de España, relegado por los Gobiernos del PP al papel de predicador quejumbroso de la sobrevaloración de la vivienda, sin capacidad para corregirla, en el paisaje del boom inmobiliario inflado políticamente para colgarse las medallas del crecimiento fácil.

Todavía el martes pasado se permitió el exvicepresidente el ninguneo conceptual del Banco de España. Por una parte, según él, los responsables de gestionar la crisis eran “los bancos centrales”; pero al mismo tiempo se jactó de que los bancos centrales “no toman decisiones sin la autorización del Gobierno”. ¡Áteme usted esa mosca por el rabo!, que diría Galdós. Aquí está el quid de la crisis: una política económica clientelar y contraria a los intereses del Estado (ni siquiera es necesario introducir el factor de la corrupción) que no fue corregida por Gobiernos posteriores y llevó a la quiebra a un tercio del sistema financiero. Rato podía haber expuesto este relato en el Congreso; explica más que el suyo, hecho de complots y de errores ajenos. Como en una novela de Ponson du Terrail.

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