El curioso mercado de compra y venta de lluvia de Camboya
La simbiosis camboyana entre tradición y modernidad se encarna en un ilegal juego de apuestas
Diez y veinte de la mañana. En una explanada elevada, tras las gradas del estadio olímpico de Nom Pen, la capital de Camboya, un grupo de personas, walkie-talkie en mano, compra y vende lluvia.
Son una veintena de hombres, sentados en sillas de plástico, que apuntan números en una libreta, negocian entre los zumbidos de los transmisores y miran al cielo. Junto a ellos hay una mujer que cuenta billetes como si repartiera naipes y un vendedor improvisado de refrescos que ordena su nevera.
Se trata del "mercado de las apuestas de lluvia" de Nom Pen, o lo que sus clientes denominan chak teuk phliang. Es una actividad informal (e ilegal) que consiste básicamente en apostar dinero sobre las posibilidades de que llueva o no. Es una red organizada de hombres distribuidos por toda la ciudad que mueven miles de rieles (la moneda local) al día. De hecho, en varias ciudades camboyanas hay auténticas Bolsas de la lluvia. La de Battamban, en el oeste del país, es otra de las más conocidas.
Es la magia de Camboya, una nación a caballo entre la tradición y la modernidad y aún predominantemente agrícola, en la que los antiguos pasatiempos resisten aunque hoy se desarrollen en una tablet. Este es uno de ellos: ¿lloverá o no lloverá? Hagan sus apuestas.
Apuestas ilegales
Números. Billetes. Mensajes. Consejos. Ni una gota. La presencia de la periodista incomoda, y alguien se dirige hacia ella:
"¿Puedo ayudarle?", pregunta, en inglés, un hombre de unos 40 años, de camisa de cuadros y gorra, que se presenta como “bróker”. Sey Nam (nombre ficticio) se niega a aparecer en las fotos y a que se publique su identidad real —“lo que hacemos es ilegal”— pero accede a explicar cómo funciona esta particular bolsa.
“Ahora mismo hay cientos de personas por toda ciudad apostando sobre si llueve o no”
En Camboya, la pasión asiática por los juegos de azar requiere además del empleo de artimañas. Porque aquí apostar es un delito bajo la Ley de Supresión de Juegos de Azar de 1996, que prevé multas y penas cortas de prisión para los que la infrinjan. Pero en un país con seis meses de monzones, no todos resisten la tentación.
“Ahora mismo hay cientos de personas por toda ciudad apostando a si llueve o no”, explica el bróker. El tipo de operación es el mismo que, por ejemplo, en Wall Street: se compra o se vende. Solo que aquí, en vez de observar una pantalla de plasma, se mira al cielo: “Comprar significa que hoy va a llover; vender, que no lo hará”, aclara Sey Nam.
“Los corredores aconsejamos a nuestros clientes cuándo comprar y cuándo vender, en función del precio”, explica el bróker. Dice que se trata de una tradición importada de China, que llegó con sus inmigrantes: “Al principio solo eran chinos los que apostaban en Camboya, ahora somos también jemeres”, agrega con una sonrisa.
Hay nerviosismo. Varias personas se acercan desconfiadas y piden no ser grabadas. Una voz agitada retumba a través del walkie-talkie de Sey Nam: “Espera, es un cliente”. El corredor comprueba su tableta, responde y cuelga. “Le he dicho que está a 40, y él quiere apostar 10.000 rieles —al cambio, unos dos euros— a que hoy llueve”, afirma señalando la pantalla: “Mira, aquí lo tenemos todo.”
Sey Nam muestra una web a la que acceden con una contraseña. En la pantalla, hay tablas con el precio de buy —comprar, en inglés— y sell —vender—, con todas las apuestas debajo. “Mira, ahora comprar que llueve está a 40 y que no llueve a 39, así que este cliente que quiere apostar 10.000 rieles, si acierta, multiplica. Pero si no, pierde, ¿lo entiendes?”, explica con todo pedagógico. Están colocados en grupo y en fila a las afueras de la capital. Frente a ellos, la indomable Nom Pen luce minúscula como una maqueta. “Elegimos este sitio porque desde aquí se ven muy bien las nubes”, explica Sey Nam.
A Malasia, en temporada seca
Las apuestas solo tienen lugar en la temporada de lluvias, entre mayo y octubre. “Pero hay otros países en los que también se apuesta a la lluvia: conozco a gente que durante la temporada seca, se va a Malasia para seguir apostando”, asegura el bróker satisfecho. Se cree que fueron los pescaderos de la ciudad malaya de Taiping los que popularizaron las apuestas sobre las precipitaciones en Malasia. Allí llueve hasta tres semanas al mes y lo que empezó con simples predicciones se convirtió en apuestas con dinero.
10.27 de la mañana, vuelve a sonar el walkie-talkie de Sey Nam, “es el mismo cliente, la compra ha pasado de 40 a 43 y ahora quiere vender”. Aclara que usan estos radiotransmisores en lugar de teléfonos móviles “porque son más rápidos”.
En la otra mano sostiene un papel lleno de números. “Son las apuestas de mis clientes”, especifica. Hay iniciales de nombres junto a sus envites y resultados (Mch: 5.000 x 32 =1360; Nee: 2.000 x 37= 740, la misma cantidad que un tal Bak). La revista Southeast Globe cita a un “corredor de la bolsa de la lluvia” que asegura tener miles de clientes que apuestan cantidades entre los 15 y los 1.000 dólares. Cantidades importantes en un país donde el ciudadano medio vive con unos 80 euros al mes, según el Banco Mundial (2016)
Aquí, también, el cambio climático hace estragos. “En época de monzones, llovía cada tarde. Ahora, no se sabe”
Las reglas son claras: “Se puede apostar de seis de la mañana a siete de la tarde”. Y hay tres franjas horarias para envidar: de seis de la mañana a medio día, de 12 a dos y de dos a siete de la tarde. Si llueve durante el espacio de tiempo en el que se ha apostado, el cliente, gana.
Pero no valen cuatro gotas. Para ganar la apuesta las precipitaciones han de ser fuertes. Sey Nam explica que utilizan un recipiente —“que colocamos en un lugar que no puedo decirte”— para medir la cantidad de agua que cae del cielo. “Si se llena, se da por válido”. El bróker calcula que puede haber unas 500 personas apostando al mismo tiempo en Nom Pen. “Por la tarde la lluvia es más predecible, así que apostar por la mañana es más arriesgado. Pero por eso mismo es también cuando más dinero se gana”, ilustra.
Aquí también hace estragos el cambio climático. “En época de monzones, antes, llovía cada tarde llovía. Ahora, no se sabe”, dice Sey Nam. Entre 2005 y 2012, 22.695 camboyanos de cada millón se vieron afectados por desastres naturales, especialmente por las inundaciones y la sequía. Con casi 15 millones de personas, esto supone cientos de miles de personas vulnerables al cambio climático, según datos del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo.
12.40. Las nubes empiezan a cubrir el cielo de Nom Pen. Aún hay claros.
12.47. Falsa alarma: los rayos del sol vuelven a brillar.
13.05. Empieza a despejarse. Las nubes se deshacen como algodones.
¿Lloverá? ¿No lloverá?
16.39. Llueve.
—¿Se pueden perder sumas importantes?
—Conozco a varios que lo han hecho.
—¿Le ha pasado?
— Los brókers nunca perdemos— concluye sonriente Sey Nam.
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