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Tribuna
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Recuperación salarial

Hay que impulsar una subida fuerte del salario mínimo y cambiar las reformas laborales

Unai Sordo
Fátima Báñez, ministra de Empleo
Fátima Báñez, ministra de EmpleoEFE

Se ha publicado recientemente la propuesta de la Comisión Europea sobre las Orientaciones de Política Económica de la zona euro para 2018. El documento destaca la idea de que los salarios deben aumentar y propone hacerlo en línea con los aumentos de la productividad, asemejándose al criterio básico de la Confederación Europea de Sindicatos (CES) de que los aumentos salariales deben sumar a la inflación el aumento de la productividad.

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Es la primera vez que la Comisión Europea hace una recomendación de esta naturaleza. Las condiciones de los planes de rescate de las finanzas públicas, impuestos por la troika a Grecia, Portugal e Irlanda, o las del Memorándum de Entendimiento del rescate del sistema financiero español, pretendieron —y lo lograron— una severa devaluación salarial. En la concepción de los ideólogos del austericidio, ante la imposibilidad de devaluar la moneda solo quedaba la devaluación de los salarios para mejorar la balanza exterior.

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El caso es que, además de la Comisión, el aumento de los salarios lo piden también el BCE y FMI, en insólita coincidencia. ¿Por qué este cambio de posición?

Quienes promovieron las medidas de carácter estructural para devaluar los salarios no tienen intención de revertirlas

La variación obedece principalmente a dos razones. Por un lado, la Comisión es consciente de que en 2018 el BCE iniciará la retirada de estímulos monetarios y necesita el aumento de salarios para compensar esa nueva situación, sostener la demanda interna y situar la inflación subyacente en el 2%.

Por otro lado, indica que tira la toalla del intento que tuvo de fortalecer el crecimiento a través de una política presupuestaria levemente expansiva de la zona euro. Esta contribución de la política fiscal al crecimiento debía correr a cargo de los países con superávits fiscal y de balanza de pagos. Así, el principal de ellos, Alemania, reduciría su insostenible superávit de la balanza de pagos (8,5% del PIB) y contribuiría a fortalecer su crecimiento y el de la UE.

Lo propuso la Comisión a finales de 2016 y el Eurogrupo y el Ecofin lo echaron abajo a comienzos de 2017 volviendo al principio de orientación presupuestaria neutra. Es frustrante esta situación si tenemos en cuenta que la UE, con una deuda media del 90% del PIB, invierte 10 puntos menos de PIB que en 2007; EE UU con una deuda del 110% del PIB, lo hace hoy 10 puntos de PIB más que en 2007.

A los responsables políticos europeos habría que recordarles que la congelación o/y depresión salarial en la inmensa mayoría de los Estados de la UE son fruto de las políticas impulsadas por las instituciones de la UE, que han dado mucho más poder a los empresarios en la contratación, el despido y la modificación de lo pactado colectivamente.

En España, consideramos que hace falta mover cuatro piezas, al menos, para cambiar esta situación e impulsar la subida salarial. Primero, modificar aspectos sustanciales de las últimas reformas laborales, particularmente la de 2012. Segundo, unas organizaciones empresariales con visión más estratégica de país y sus necesidades, en lugar de recrearse en las posiciones ventajistas que les da la actual legislación. En tercer lugar necesitamos mejorar la correlación de fuerzas, la densidad sindical y nuestra presencia continuada y cualificada en la realidad múltiple de los centros de trabajo. Por último, se requiere de un fuerte impulso al Salario Mínimo Interprofesional, que empuje al alza los salarios más bajos (donde la devaluación ha sido más intensa, profundizando la desigualdad en el país).

Las reivindicaciones salariales de CC OO sobre la necesidad de llevar el SMI hasta el 60% del salario medio y su impulso hasta situarlo en casi 12.000 euros anuales en 2020, así como la propuesta de subida en los convenios de los próximos años, pretenden ir en esa línea. Apostamos por una recuperación del poder adquisitivo, compatible con una disputa por la evolución de la productividad (clave en el reparto de riqueza generada y la creación de empleo).

Bien está que las ideas sobre la necesidad de políticas de redistribución ganen posiciones, no solo como un elemento de justicia social sino también de eficacia económica. Pero no olvidemos que se tomaron medidas de carácter estructural que fueron funcionales a la devaluación y que no tienen intención de revertir quienes las promovieron. Hacer apelaciones abstractas a la mejora salarial sin tener esto en cuenta es una posición voluntarista. O cínica.

Unai Sordo es secretario general de la C. S. de CC OO.

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