Punto final a una vuelta al mundo de 13 años
Después de 13 años dando la vuelta al mundo en bicicleta, Álvaro Neil, 'El Biciclown', decide colgar las alforjas. Mañana acaba en Oviedo uno de los viajes más alucinantes que se puedan imaginar
“Decidí volver porque se me acabó el mundo”. Álvaro Neil habla con frases redondas, casi de titular. Producto –imagino- de muchos soliloquios sobre su bicicleta: trece años dando vueltas por el mundo (decir solo “vuelta”, en singular, cuando has hecho kilómetros para circunvalar cinco veces el Ecuador me parece ridículo) dan para muchas horas de razonamientos e introspección.
Álvaro Neil, más conocido como El Biciclown, es un asturiano que en 2004 decidió dejar una confortable y monótona vida de oficial de notarías en Madrid para irse a vivir otra vida menos confortable pero más auténtica. Colocó las alforjas a su bici y como el protagonista de El insólito peregrinaje de Harold Fry empezó a alejarse de su casa sin rumbo fijo ni plan establecido; cada día un poco más, un continente más, otro un año más, luego dos … y así hasta 13 largos años en los que ha hecho 200.000 kilómetros, visitado 115 países, roto cuatro bicicletas y seis cuadros y regalando sonrisas con su show de mimo-payaso a 21.000 niños de medio mundo.
La noticia es que El Biciclown, vuelve a casa. Si no pasa nada y no hay pinchazo en el puerto de Pajares, mañana domingo 19 de noviembre (el mismo día en que salió en 2004, ya es casualidad, ¿o no?) dejará por fin de pedalear en su Oviedo natal.
Localizo a Álvaro por teléfono en un bar de Benavente. “Estoy tomando un café antes de hacer los últimos 20 kilómetros de hoy y buscar un árbol bajo el que poner mi casa, o sea, mi tienda”. Y le pregunto lo que todos querríamos preguntar:
- ¿Por qué decidiste volver?
- “Porque si te vas y no vuelves parece que has perdido la cabeza. Serás aquel que se fue y no volvió, porque debía estar un poco loco. Si vuelves recuerdas a tu gente, a la gente en general, que te fuiste por una razón y que es posible cumplir un sueño, que se puede hacer”.
Cuenta que ni se acuerda dónde estaba cuando decidió volver, dice que se dijo que sería por unos ocho años, pero luego se encontró feliz y lo estiró hasta 10 años. Y en 2014 se planteó terminar pero se dio cuenta de que le quedaba Europa, así que siguió un poquito más, total, ¡qué son tres años más pedaleando!
- “Al final vi que podría cuadrarlo para regresar el mismo día en que partí y me pareció bonito: 13 años después y, bueno, puede que en el fondo todo lo que he vivido haya sido un sueño”.
Sé que le van a hacer muchas entrevistas, que será un tema mediático –efímero, pero mediático-. Y que todos le van a preguntar por anécdotas de tan tremendo viaje. Pero a mí me interesa más otra cosa:
-¿Qué has aprendido en esos 13 años, Álvaro?
- “Muchas cosas, pero se podrían resumir en que el ser humano es mucho mejor de lo que sale en los medios de comunicación. Que los malos que salen en los papeles son en realidad los buenos. Y los buenos son los malos. He aprendido que seguir tu intuición es apostar a caballo ganador. La voz interna de la conciencia me decía ponte a trabajar y a cotizar, lleva una vida normal. Menos mal que no le hice caso, que hice caso a mi intuición. Ahora la conciencia me mira un tanto sonrojada, como diciendo: ‘me has pillado, intenté convencerte, pero me has pillado”.
Conocí a Álvaro hace tres años en Quito, cuando al enterarse de que iba a viajar allí me pidió por Twitter que le llevara unos recambios para su bici. Entonces llevaba 10 años, 77 países y 132.467 kilómetros sobre la bici. Y ya era un hombre completamente feliz. Todo en él, esa nariz ancha, sus cejas pobladas, el pelo negro que pintaba ya abundantes canas de sabiduría, sus ojos pequeños y vivos –todo- emanaba energía positiva. Ya entonces me confesó algo que ha sido su lema de vida: “no tengo planes. Ni me asusta la soledad, es más la necesito”.
- Y ahora que llegas, ¿tienes planes? ¿qué pasará el lunes, cuando no tengas que montarte en la bicicleta?, le pregunto.
- “No tengo planes para el lunes, de hecho, no tengo donde dormir ni donde vivir. Cuando se vayan los más de 100 amigos que viene a la fiesta y me quedé solo me preguntaré qué hacer. Un amigo me ha ofrecido una casa que tiene vacía para los próximos tres meses, igual me voy allí a empezar a escribir mi séptimo libro. Pero no me preocupa. La vida te dice siempre qué tienes que hacer. Siempre me ha ido bien así y voy a dejar que siga diciéndomelo. Me gustaría comprarme una autocaravana de segunda mano, algo sencillo, solo necesito dentro una mesa y una silla para ponerme a escribir. Daré charlas sobre el sentido de la vida, como vengo haciendo desde hace años. La vida es un regalo que vale la pena abrir. No hay que guardarlo para cuando te jubilas; hay que tirarse a la piscina ya. Pero no echaré raíces, eso es seguro; me cuesta dormir siempre bajo el mismo cielo”.
En estos tiempos de tanto postureo, en el que uno se abre un blog y tiene la osadía de decir que ya es viajero y no turista, gente cargada de humanidad como este payaso-ciclista es un faro y guía. He conocido a muy pocos, muy pocos viajeros de verdad. Y ninguno iba fanfarroneando de serlo.
Álvaro Neil es uno de ellos.
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