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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Oportunista Colau

La alcaldesa se ha situado en el lado de quienes dividen a costa de su ciudad

Rueda de prensa de Jaume Collboni tras la ruptura del pacto municipal entre el PSC y el partido de Ada Colau.
Rueda de prensa de Jaume Collboni tras la ruptura del pacto municipal entre el PSC y el partido de Ada Colau.Massimiliano Minocri
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Colau, the opportunist

Si nos creyéramos la razón oficial que ha dado la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, para justificar la ruptura de la alianza de gobierno municipal con el PSC bastaría con poner en cuestión lo evidente: en ninguna forma de democracia 2.059 votos de militantes deberían tener el poder de someter a la inestabilidad a la gran potencia urbana del Mediterráneo, hasta hace poco capital editorial de Hispanoamérica, aspirante con grandes posibilidades a la Agencia Europea del Medicamento o sede del Mobile Congress, por citar algunas de las áreas en las que Barcelona irradiaba enorme capacidad de atracción y dinamismo, y que se están viniendo abajo ante la conflictividad creciente.

Pero esos 2.059 militantes que han votado en contra de esa alianza no tienen gran importancia, porque las razones verdaderas de Colau y BComú pasan por el oportunismo electoral y la polarización a poco más de un mes de las elecciones. Incluso dentro de sus filas han calificado la consulta de “paripé demagógico”. Refugiada tras esos 2.059 militantes y sin pronunciarse ella siquiera, Colau ha olvidado la mayor responsabilidad de un dirigente, que es el interés general, y no el particular.

La alcaldesa Colau, que ha jugado ante el desafío independentista a las contradicciones; que ha pretendido defender el referéndum ilegal del 1-0 al tiempo que apelaba a no reconocer sus resultados; que se apunta a las manifestaciones por supuestos “presos políticos” que no existen; o que no sabe responder si hay República o si Puigdemont sigue siendo president cuando la mismísima Forcadell ya lo sabe, ha dado un paso irresponsable hacia la inestabilidad, la fragilidad de la economía catalana y el enfrentamiento ciudadano.

Colau rompe el acuerdo, que mantenía explícitamente al margen los asuntos no locales, y lo hace en supuesto castigo a la aplicación del artículo 155. La realidad es que la formación que ella inspira quiere jugar un papel relevante el 21-D, en posible coalición con ERC ante el probable derrumbe del PDeCAT. En ese altar ella sacrifica todo lo demás.

Las expectativas de cada partido ante el 21-D están ahora mismo en construcción, pero entre la posición más contundente de los constitucionalistas PP y Ciudadanos; la legítima aspiración del PSC a reagrupar al catalanismo moderado y no independentista; y quienes sobrevivan del frente independentista que gobernaba hasta ahora Cataluña, los comunes aspiran a ocupar un espacio lo suficientemente ambiguo en términos nacionalistas como para atraer votos decepcionados de Junts pel Sí, pero partidarios del derecho a decidir, y catalanistas que pueden recurrir al PSC.

En las coordenadas que ahora dividen por duplicado la política en Cataluña, Colau se ha colocado en la divisoria entre independentistas y constitucionalistas a favor de los primeros, en lugar de la que separa izquierda y derecha. Y, sobre todo, se ha colocado en la actitud de los que rompen la convivencia y la capacidad de pactar con los diferentes a costa de los ciudadanos de Barcelona y de la estabilidad económica que precisa Cataluña. Olvidando que solo cuenta con 11 de los 41 concejales, se lanza a su apuesta electoral por encima del interés general. Un autogol en propia puerta para la nueva política.

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