Superpop
Alguien pensó que las adolescentes podían leer sobre muchas más cosas que ser populares y gustar a los demás
Cuando era adolescente, me encantaban las revistas que llevaban tests, listas con consejos y posters para pegar en la carpeta. Con mis primeras pagas compraba la Superpop, con textos blancos que alimentaron mis pasiones de fan de boy band. Después me pasé a la You, que era “menos infantil” y empezaba a hablar de moda y chicos. De vez en cuando, si me atrevía a hacerlo sin vergüenza, pedía la Vale, mucho más subida de tono. Ojalá hubiera podido comprar Teen Vogue.
En el aniversario de la victoria de Trump, el último número de esta revista dirigida -en teoría- a adolescentes tiene a Hillary Clinton como editora invitada. En los últimos meses los artículos de su web han luchado por cambiar la idea tradicional de “revista para chicas”. Uno de sus mayores éxitos fue un artículo publicado en diciembre de 2016 sobre las técnicas de manipulación psicológica del recién elegido presidente. Al contrario de lo que nos han enseñado, la política no tiene por qué ser sólo cosa de mayores.
Detrás de esta idea está una editora de 30 años, Elaine Welteroth. Su pelo largo a lo afro, que no se empeña en domar, es una como declaración de intenciones. A través de sus redes sociales, que siguen miles de personas, transmite una imagen muy distinta a la de Anne Wintour, la eterna responsable de Vogue.
En Teen Vogue, además de test, también se habla de política, diversidad sexual, transexualidad o racismo. Todo gracias a que alguien pensó que las adolescentes -las chicas- podían leer sobre muchas más cosas que ser populares y aprender a gustar a los demás.
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