Alegrías
Quizás los partidos nacionales se percaten y entren, de una vez, en el siglo XXI
Antes de aplicarse, la suspensión del Gobierno golpista ya ha dado algún fruto. Propongo un par de ellos.
La dimisión de una diputada socialista, que esperamos sea solo la primera, puede limpiar de reaccionarios a su franquicia catalana. El PSC es un partido infectado de topos y submarinos nacionalistas, casi todos ellos proceden del clan de los Maragall. El más conspicuo es Ferran Mascarell, hoy representante de los golpistas en Madrid. Un hombre inteligente y eficaz al que la ambición le hizo ver más futuro en Convergencia que en el socialismo. Ahora quedará descolgado, pero puede ser recuperado para un Gobierno leal. Hay muchos otros convergentes ocultos en el PSC. Entre ellos los muy xenófobos conversos, como el alcalde de Blanes, un granadino que considera magrebíes a los españoles. Si en Cataluña el partido socialista se libera de los nacionalistas y deja de ser la agencia de colocaciones que ha sido hasta ahora, puede recuperar prestigio y volver a ser una fuerza decisiva.
La segunda alegría está por ver. Hemos comprobado la inexistencia de un servicio de información para el exterior, no sólo en el Gobierno sino en el Estado. La así llamada Secretaría de Estado de Comunicación está pensada para un Ayuntamiento de tamaño medio. Como institución nacional da pena. Los corresponsales, los embajadores, los analistas extranjeros, todos coinciden en que durante la crisis catalana ese servicio ha sido una nulidad, frente al eficaz y carísimo aparato de los golpistas. “Sólo nos llaman para hablarnos de los Reyes Católicos”, citaba a un corresponsal Emilia Landaluce en un excelente reportaje. Quizás los partidos nacionales se percaten y entren, de una vez, en el siglo XXI. La política, ahora, ya no se hace a mano.
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