Un símil polémico
Protestas por el uso del térmico "epiléptico" aplicado a un comportamiento social, en un artículo sobre Cataluña
La primera carta llegó a mi buzón la noche del jueves. La firmaba Lidia Vargas Ruiz, que encabezaba el mensaje precisando: “Mi nombre es Lidia y soy madre de un adolescente de 16 años con epilepsia, y catalana”. Y proseguía: “Me parece tan desafortunado y con tan poca sensibilidad el artículo que una disculpa es lo mínimo que pueden hacer”. El artículo, como indicaba el asunto del mensaje, era la tribuna publicada ese mismo jueves bajo el título Cataluña, la epiléptica de España,firmada por José Rodríguez de la Borbolla, miembro del comité director del PSOE de Andalucía.
Aunque el autor dejaba claro que el titular y la idea motriz del texto proceden de otro artículo publicado en 1930, numerosos lectores, algunos de ellos familiares de afectados por esta enfermedad, se apresuraron a escribirme para protestar por el uso de ese término fuera del marco clínico.
Lidia Vargas señala en su correo: “Ser epiléptico no es ninguna deshonra ni nada que tenga que hacer a nadie sentirse mal, pero con cosas así no es extraño que todavía haya personas a las que les cueste hablar del tema y prefieran mantenerlo oculto”. Y concluye: “Esas palabras ya estaban mal en 1930, pero a día de hoy, casi un siglo después, están muy fuera de lugar”.
Del mismo tenor es la carta de Mercé Montes, que se queja al autor de la tribuna: “Somos muchos los enfermos o familiares de enfermos que nos hemos sentido muy ofendidos con su artículo…. Sí, he dicho enfermos, porque la epilepsia es una enfermedad muy seria que usted desconoce o menosprecia”. O la de Carmen Rodríguez, que se adhiere a la carta de protesta de la Asociación Española de Epilepsia, que se publicó ayer.
El autor de la tribuna recuerda que está inspirada en un artículo publicado en 1930
Beth Bach califica de “insulto” el uso del término en el artículo de Rodríguez de la Borbolla, quien, en su opinión, “no tiene ningún derecho a usar la palabra epiléptica, es evidente que no tienen idea de lo que sufren las personas que padecen esta enfermedad y sus familiares”. José Rodríguez de la Borbolla me ha enviado un largo mensaje en el que, entre otras cosas, explica: “En primer lugar, en la primera línea del artículo manifiesto que ‘la idea base y el título del artículo no son mías’, sino que las he tomado prestadas de Gaziel, notable y respetado escritor catalán y catalanista del siglo XX. En consecuencia, es evidente que cito las ideas y las palabras de otro, porque me ayudan a desarrollar una argumentación”. El autor precisa además: “Yo sólo conozco cómo se expresó Gaziel en 1930. No puedo saber cómo se hubiera expresado hoy. Pero estoy seguro de que, hoy como ayer, Gaziel no escribió esa frase ni emitió ese juicio con intención de menospreciar a nadie que sufriera de epilepsia, en un sentido clínico. Él sólo criticaba una manera política de estar en el mundo, crítica que comparto. Que quede claro: cito a Gaziel porque era catalán y catalanista, no porque quisiera agredir a los epilépticos”.
Rodríguez de la Borbolla aclara también que el Diccionario del Español Actual, de Manuel Seco, atribuye tres usos o significados al término. “El tercero de dichos usos, no relativo a la epilepsia como enfermedad, es aplicable tanto al área política como a la sexual, aunque no sea muy habitual. Y es el siguiente: ‘Desordenado o violento”.
Y continúa: “Si uno habla de la Cataluña epiléptica, puede estar, correctamente, refiriéndose a las situaciones desordenadas y, al menos en términos institucionales, violentas por las que ha transcurrido la historia allí, más de una y más de dos veces, en los últimos cinco siglos”.
De la Borbolla reitera: “Nada más lejos de mí que el desprecio, banalización o mofa de la epilepsia”. Recuerda a este respecto que grandes personajes, desde Alejandro Magno, Lenin, o Einstein sufrían de epilepsia. “Si alguien ha entendido lo contrario, lo lamento profundamente”, concluye.
No es la primera vez que la mención a una enfermedad para referirse a comportamientos sociales o políticos da pie a protesta. Entiendo que quienes viven de cerca el dolor y la marginación que provocan estas dolencias se sientan molestos, pero no veo que exista la menor intención de menosprecio en este caso.
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