Caer mal

“Soy belga y no entiendo el odio que suscita esta pareja en España. ¿Alguien podría explicármelo, por favor?”. Pregunta de una lectora en el Facebook de este medio sobre Javier Bardem y Penélope Cruz, que acaban de presentar en Venecia Loving Pablo, película sobre Escobar dirigida por Fernando León.

A Facebook voy sobre todo por los comentarios. A fisgar, vaya, pero lo llamo "escucha de redes" porque suena más profesional. Me sirve como termómetro de opinión, el CIS de cada día. Muchas veces ni leo el artículo, como tantos comentaristas.

Las respuestas son previsibles tras años de críticas "a los del cine" que poco tienen que ver con cine. Omitiendo insultos, tenemos las de "si van de comunistas y viven como ricos" (esto se lo dijeron hace poco a Alberto Garzón por celebrar su boda), que sus hijos nacieron en una privada, que aquí no dan entrevistas como las de allí. Con absoluto derecho, algunos señalan que no les gusta su trabajo (ni siquiera el oscarizado). Hay quien habla de envidias. A otros, simplemente, les caen mal.

“La verdad, no entiendo, tienen muy buena reputación fuera”, decía la lectora que pidió explicaciones. A mí también hay gente que me cae mal, incluso a veces me cuesta apreciar sus méritos porque me puede el ñiñiñi. Parece un defecto extendido. Así que me quedo con esta frase de la autora de la cuestión: “Tenemos enfoques diferentes a la hora de apreciar a un actor, yo no suelo preocuparme mucho de la vida privada de los actores sino de sus prestaciones artísticas”. Y encima mandaba besos.