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Mahane Yehuda, el mercado que prueba que Jerusalén es la ciudad de todos

Judíos ultraortodoxos, palestinos, etíopes o armenios se mueven entre frutas y especias bajo las mismas voces que anuncian a cuántos shequels está el kilo

Sara Navas
Los colores vivos invaden los puestos de frutas, especias y dulces del  ‘shuk’.
Los colores vivos invaden los puestos de frutas, especias y dulces del ‘shuk’.

Visitar solo un lugar de Jerusalén y regresar del viaje con una idea fidedigna de lo que allí ocurre suena a cuento chino y, sin embargo, es factible. Los 250 puestos de Mahane Yehuda o shuk, como llaman en hebreo a este mercado que ocupa gran parte del lado oeste de la ciudad, vociferan (sus enérgicos tenderos tienen una cuerdas vocales fabulosas) la historia que hay detrás del cóctel cultural de esta ciudad de Israel.

En el mercado también se cocinan a diario platos típicos.
En el mercado también se cocinan a diario platos típicos.

Aunque comenzó como un bazar árabe hace más de 100 años, estas calles con nombres que evocan a lo que huelen y saben -shaked (almendra), shazif (ciruela) o egoz (nuez)- forman hoy el mercado más grande de Jerusalén. Un espacio situado a pocos minutos del centro de la ciudad que reúne productos característicos de todas las comunidades que allí conviven. Judíos ultraortodoxos, palestinos, etíopes, rusos y armenios se mueven a diario entre frutas, especias, dulces árabes, panes judíos y carnes (nada que provenga del cerdo), bajo las mismas voces que anuncian a cuántos shequels (moneda israelí que corresponde a 0,25 euros) está el kilo.

Los tés y los zumos árabes son la mejor opción para combatir el calor.
Los tés y los zumos árabes son la mejor opción para combatir el calor.

Cada tenderete es un recordatorio para los turistas de que en Israel viven judíos procedentes de todo el mundo llegados con sus costumbres y alimentos típicos. De ahí que sea posible comprar pan yemení en un puesto y bolas de carne iraquís o kibbe sirio (carne picada con sémola y piñones), a pocos metros de distancia.

El bullicio que ameniza las compras no cesa durante la semana, pero el día grande en Mahane Yehuda es el viernes. Los judíos se abastecen y preparan para el shabat, jornada de reposo sagrada, que empieza cuando se pone el sol el viernes y termina la noche del sábado. Lo que un lunes por la mañana cuesta seis shequels, horas antes de que llegue el shabat se vende solo por dos. Como suele ocurrir en los zocos, los precios no son estándar, esto anima a ir a la caza de la mejor oferta, y desemboca, por norma general, en reconfortantes compras-ganga de dudosa necesidad.

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Autor: Yotam Ottolenghi


Editorial: Salamandra


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Sobre la firma

Sara Navas
Redactora de ICON desde 2016, año en que llegó a EL PAÍS. Es licenciada en Comunicación Audiovisual por la Universidad Complutense de Madrid y ha escrito el libro ‘La monarquía al desnudo. Del rey que nació en un retrete al soberano playboy’.

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