Helicópteros, champán 'Follador' y Fernando Alonso fan de Taburete, así es el GP de F1 con más solera de todos
Viajamos al Gran Premio de Silverstone de la mano de Johnnie Walker
En el Circo de la Formula 1 —el deporte más exclusivo y más excesivo de todos— dos carreras destacan por encima del resto: Mónaco, que tiene el GLAMOUR (las calles del principado, las celebrities, los millonetis, los yates, las macizas en bikini, las botellas de champán a precio de riñón...) y Silverstone, que es la ESENCIA del automovilismo. Aquí empezó todo. Construido sobre las tres pistas de un aeródromo utilizado durante la Segunda Guerra Mundial, en este circuito situado a caballo entre Northamptonshire y Buckinghamshire se disputó en 1950 el primer GP de Fórmula 1 de la historia. Aquí, el avispado visionario Bernie Ecclestone, junto a un puñado de obsesos por la mecánica y la velocidad, dieron forma a una competición legendaria construida a base de héroes, rivalidad, innovación, dinero, arrojo, temeridad, récords, victorias y drama.
Así que, como en Tentaciones somos muy puristas (y los bikinis, por mucho que los luzcamos en la cubierta de un yate, nos quedan tirando a regular), nos fuimos sin dudarlo al GP de F1 de Silvestone, invitados por la buena gente de Johnnie Walker, marca de delicioso —damos fe— whisky escocés significativamente implicada en el Campeonato en calidad de patrocinador.
La buena gente de Johnnie Walker no se anda con chiquitas, así que, tras un opíparo desayuno a base de huevos Benedictine en el fabuloso hotel donde nos alojamos, el Ham Yard, a la espalda de Picadilly, en la puerta nos espera nuestro chófer holandés. En diez minutos nos deja en un céntrico helipuerto. Sí, amigos, ¿por qué perder casi dos horas de carretera y accesos atascados si se puede hacer el trayecto en apenas media y surcando los cielos? Durante el paseo constatamos que el estadio de Wembley es muy grande, el paisaje inglés, muy verde, y los helicópteros, muy guays. Más cuando nada más bajarnos del aparato, en la carpa que hace las veces de terminal de llegadas, una señora muy simpática nos recibe con una botella de champán Follador. Eso sí, los helicópteros tienen un fallo: una vez los catas, los demás medios de transporte te parecen una birria. ¡Heli, te extraño!
La Delegación Española de esta Expedición Chachi A Las Entrañas Del GP de F1 Silverstone De La Mano De Johnnie Walker la componen el actor Maxi Iglesias, que además de guapetón y talentoso es más majo que las antiguas pesetas, dos amigos suyos de los de toda la vida, majos para variar, y servidor, el más bajito y menos lozano de todos (según mi madre, a ratos muy majo también). Unos porsches conducidos por jubiladas —palabrita— del Club Rotario local nos llevan hasta el paddock. Por el camino constatamos que, salvo quizás el parking del Mercadona de Abu Dabi, aquí se da la mayor concentración de automóviles de lujo por metro cuadrado. El ambiente es fantástico. Durante el fin de semana de carreras, cerca de 350.000 almas vivirán a fondo la experiencia, 30.000 de ellos acampados.
Nos proporcionan todo tipo de pases y pulseritas que nos acreditan como VIPS con acceso a casi todas las áreas, cruzamos los arcos de seguridad y nos ponen en la mano el primero de varios Johhnie&Ginger, refrescante cóctel ideal para alternar con soltura entre la marabunta de sponsors, socialites, beautiful people, yuppies, it girls, influencers y entrepreneurs (que se note que sabemos inglés) que pululan por el enmoquetado recinto. Cientos de pantallas de televisión repartidas por todos los rincones dan cuenta de las evoluciones de los pilotos durante las distintas rondas de clasificación. Recalamos en el hospitality de McLaren-Honda (junto a Force India, los dos equipos que patrocina Johnnie Walker), donde varios chefs sirven de forma ininterrumpida viandas propias de un bodorrio de portada del ¡Hola!. Nosotros, gente educada, comemos y bebemos de todo lo que nos ofrecen.
Toca darse una vuelta por boxes. Resulta curioso ver cómo los mecánicos trabajan afanosamente y con precisión de cirujano en unas máquinas de valor astronómico rodeados de aficionados y curiosos que no paran de hacerse fotos, tal que fueran monitos de feria. Para no desentonar, nos hacemos la nuestra y nos vamos, que van a empezar las rondas de clasificación. El ensordecedor rugido de los motores de los monoplazas se apodera del recinto. Mientras los pilotos se baten el cobre contra el crono, aprovechamos para pasarnos por la fan zone, saludar al ex campeón inglés Jenson Button y darle un poco más al Johnnie&Ginger, lo que nos viene muy bien para celebrar el primer puesto del héroe local, Lewis Hamilton, y para aliviar el disgusto del último puesto del héroe nacional, Fernando Alonso, quien arrastraba una sanción que le abocó a arrancar desde cola. No son buenos tiempos para el piloto asturiano, algo que nos inquieta ligeramente pues tenemos pactada una entrevista con él y gasta fama de arisco.
En cualquier caso, no llevamos preparado un cuestionario incómodo, y menos mal, porque tenemos que repasar todas las preguntas con la implacable jefa de prensa italiana de la escudería, quien no nos quitará ojo, ni oído, durante toda la charla. Tenemos quince minutos, nos señala con rigor. Aparece Alonso, Magic, El Nano, bicampeón del mundo, veterano en horas bajas, y no por talento, que mantiene intacto, sino por falta de prestaciones de su monoplaza. El piloto se muestra amable y cercano, aunque la mayoría de sus respuestas suenan rutinarias. Su vida es rutina, confirma cuando le preguntamos por el aura que rodea a la F1: “Pierdes la percepción que se puede tener desde fuera. Para ti es un trabajo, la cosa que llevas haciendo toda la vida, se convierte en una rutina de horarios y cosas que tienes que hacer más o menos sin mucha libertad. La gente del equipo que te dice cada diez minutos dónde tienes que ir y qué hacer, vas siguiendo ese planning. Y el resto del tiempo lo pasas en el camión con los ingenieros, preparando la estrategia, los neumáticos, el alerón... Así que todo lo que envuelve a la F1, la estética y el glamour, tú te la pierdes, estás en otra vorágine”.
Obviamente, le preguntamos por el GP del Silverstone, no en vano estamos ante el hombre que, al volante de un Ferrari, ha dado la vuelta al circuito más rápida de la historia, aún por superar. “Es un circuito legendario, mítico, donde la F1 se ha corrido de siempre. Aquí se respira esta tradición por nuestro deporte, es un ambiente único. Corremos por todo el mundo, pero esta es la base, ocho de los diez equipos tienen su sede en Inglaterra, es un GP muy especial. Es un circuito que me gusta, tiene curvas rapidísimas y eso potencia las cualidades de los monoplazas”.
Charlamos sobre veteranía (“Ser un poco mayor aquí es menos handicap que en otros deportes), Briatore (“Sigo hablando con él al menos una vez por semana”), momentos altos (“Valencia 2012, corríamos en casa, el fin de semana no había ido bien y ganamos”) y bajos (“Abu Dabi 2010, primera temporada en Ferrari, llegamos líderes a la última carrera, nos valía un quinto puesto para ser campeones y quedamos séptimos...”), ídolos (“Schumacher”)... pero se nos acaba el tiempo y aún no tenemos ningún titular sensacionalista, así que aprovechamos el último minuto para preguntarle sobre cultura pop, ¡que somos TENTACIONES!, y nos cuenta que está enganchado a Stranger Things, que en la mesilla de noche tiene, a punto de terminarla, la biografía de Mike Tyson, que va poco al cine y la última película que vio fue Cars, en la que vuelve a poner voz a uno de los personajes, y que está enganchado a la canción de Taburete Caminito al motel. Ya está, ya tenemos titular:
¡¡EXTRA!! ¡¡EXTRA!! ¡¡FERNANDO ALONSO, FAN DE TABURETE!!
Al día siguiente, domingo, repetimos la secuencia huevos Benedictine-chófer holandés-helicóptero-champán Follador-arcos de seguridad-Johhnie&Ginger-buffete pantagruélico y disfrutamos de la carrera, a pesar de que hay pocas sorpresas. Gana Hamilton, el dueño de la pole, y Alonso abandona tras unas pocas vueltas. Pero los Ferraris y un par de pinchazos de última hora le han aportado chicha a las vueltas finales. La lluvia ha amenazado con hacer acto de presencia, aunque al final han caído sólo unas pocas gotas. La victoria de Hamilton se celebra a lo grande. Aquí el factor local cuenta y los pilotos son, literalmente, llevados en volandas por los animosos aficionados hasta el banderazo final. Dato: hasta 23 veces han ganado pilotos locales en Silvestone, siendo Alemania y Australia las segundas naciones en esta estadística con... ¡cinco! En el podio suena el Dios salve a la reina. Todo en orden. Se nos cae una lagrimilla. En unas horas estaremos de vuelta a una normalidad dolorosamente carente de helicópteros.
NOTA SOCIAL: por el GP andaban Woody Harrelson y Owen Wilson, pero nos tuvimos que conformar con verlos por los monitores de televisión.
NOTA GASTRONÓMICA: caminando por Londres, este plumilla se dio de bruces con un establecimiento de la cadena de hamburguesas Five Guys y, aprovechando que no había la cola que gasta el recientemente abierto en la Gran Vía madrileña, se animó a hincarle el diente al emparedado, dicen, favorito de Obama. ¿Veredicto? Bien, correcto, una hamburguesa bastante rica, y unas patatas fritas de diez. Se lo contamos a Maxi Iglesias, un auténtico burguer hunter, y nos dice que las del Shake Shack son mejores. ¡Maldición, eso hay que comprobarlo! Así que, gracias a los buenos oficios de la gente de Johhnie Walker y al solícito chófer holandés, cuando nos bajamos del helicóptero nos está esperando un pedido. Maxi tenía razón, Shake Shack le patea el culo a Five Guys.
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