Minidolores
Hace unos meses me reía de un colega de mi edad, 85, por lo lento que hacía todo. Ahora veo con espanto que mis velocidades ya son tan lentas como las suyas. No solo me funciona peor el cuerpo sino que está lleno de minidolores. Y en aumento. Tanto que el día se me puede pasar paliando molestias. Cuando una se apaga, otra se reanima. Mi cuerpo, con su decadencia cierta e imparable, empieza ya a absorber toda mi capacidad de atención y de cuidados. Eso me preocupa. Quiero reaccionar contra esta tiranía. Aunque le tengo mucho cariño no quiero aniquilarme con él. Prefiero intentar sacar brillo a mi convencimiento de que voy a sobrevivirle.— Pablo Osés Azcona. Fuengirola (Málaga).
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