Las guerras del agua en Yakarta
Un plan para paliar las inundaciones en la capital de Indonesia provoca desalojos y tensiones en una ciudad que se hunde a uno de los ritmos más rápidos del mundo
“Mi barrio no se inunda desde que nací allí hace 40 años. Pero el del palacio presidencial sí, ¿y acaso crees que evacúan el edificio?”, dice Dharma Diani con socarronería. La mujer descansaba en su casa cuando en abril del pasado año cientos de soldados y policías irrumpieron con un ejército de buldóceres en Pasar Ikan, un histórico barrio de pescadores al norte de Yakarta, y redujeron todo a escombros en un pestañeo. Donde hubo casas de ladrillo, ahora hay montañas de escombros y tiendas de campaña. Donde se extendían puestos de pescado y bagatelas, hoy se amontonan inmundos bloques de basura en la capital indonesia.
Pese al desolador panorama, ella y una veintena de vecinos se resisten a abandonar el barrio. Diani y su familia, que rechazan trasladarse a las viviendas de protección oficial facilitadas por las autoridades porque afirman no poder costeárselas, viven entre vestigios de paredes en una casa que reconstruyeron a medias sobre los antiguos cimientos. “Nunca pensé que nos podría pasar a nosotros”, lamenta. Son desahucios casi sin previo aviso ni orden judicial o compensación debido a un embrollado marco legal poscolonial sobre los derechos de propiedad de la tierra en Indonesia. El Instituto de Ayuda Legal de Yakarta (LBH), que busca en los tribunales revocar la ley de 1960 en la que se escudan las autoridades para realizar los desalojos forzosos, registró 8.145 familias y 6.283 negocios afectados solo en 2015, la mayor cifra hasta la fecha, y alrededor de 11.000 en total en 2016.
Aunque las autoridades yakartíes dan explicaciones vagas y dispares por cada desahucio –para la de Pasar Ikan alegaron proyectos de “embellecimiento” urbano-, el telón de fondo es un plan para paliar, en teoría, uno de los grandes males de la ciudad: las inundaciones. Se trata de un cesáreo proyecto de remodelación urbano que incluye la construcción de 17 islas artificiales frente a la costa, al norte de Yakarta, una autovía que las conecte con el centro de la urbe y una gran muralla de 40 kilómetros de largo y 24 metros de alto desplegada en el mar para impedir el avance del océano sobre la ciudad. Se pretende crear en medio una laguna artificial en la que verter el agua drenada de los ríos y canales yakartíes.
Pero en el corazón del megaproyecto –conocido como Gran Garuda porque su vista aérea se parece a la silueta del pájaro homónimo, símbolo nacional de Indonesia- se extienden los llamados kampung, barriadas pobres de pescadores como Pasar Ikan que proliferan junto a los ríos y el mar. “Las expropiaciones forzosas se venden como parte de la lucha para mitigar las inundaciones, pero realmente no atienden las causas del problema. Básicamente, estas comunidades están a medio camino entre la ciudad y las flamantes islas (artificiales) y no cuadran en el nuevo escenario”, apunta Rita Padawangi, urbanista de la Universidad Nacional de Singapur. “Es simplemente una venda. Es querer curar una herida infectada poniendo encima una tirita y esperando que así desaparezca”, metaforiza la experta sobre la construcción del muro.
Islas artificiales y una gran muralla en el mar
Situada en la confluencia de trece ríos que la atraviesan de sur a norte, hasta el mar de Java, la metrópolis padece anegaciones desde sus orígenes, pero su periodicidad fue en aumento. “Ya no son solo una consecuencia geográfica, sino resultado de la masiva urbanización. Las deforestaciones y degradación de zonas naturales de captación del agua han dado vía libre a las inundaciones”, apunta Padawangi.
El proyecto de remodelación urbano incluye la construcción de 17 islas artificiales frente a la costa
Y es que Yakarta, concebida para alojar unas 500.000 personas cuando fue fundada por los colonos holandeses en el siglo XVII, cuenta ahora con una población de alrededor de 10 millones de personas, 30 si se incluye el área metropolitana. Una eclosión demográfica que no ha ido acompañada del desarrollo de infraestructuras básicas. Carece, por ejemplo, de red de transporte subterráneo, una de las razones de sus épicos embotellamientos diarios, y solo alrededor de la mitad de la población tiene acceso a agua corriente. El resto la extrae de acuíferos del subsuelo a través de precarias perforaciones, a su vez causa principal del problema más grave, pero invisible, de Yakarta: la ciudad se hunde.
Lo hace a una velocidad de tres centímetros por año en algunas zonas y de hasta 25 en otras, uno de los ritmos más rápidos de cualquier urbe del globo. “La subsidencia de la tierra es la mayor amenaza que se cierne sobre Yakarta”, afirma Fook Chuan Eng, supervisor de un proyecto del Banco Mundial en dicha ciudad. Su progresivo hundimiento, con el 40% de su territorio por debajo del nivel del mar, desata la tormenta perfecta: la subsidencia favorece aún más que la tierra quede anegada tras las lluvias, lo que empeora los ya de por sí monumentales atascos yakartíes.
Qué pintan los desalojos en tal concatenación de hechos es incierto. Si bien las autoridades arguyen que se realizan en zonas más propensas a inundarse al estar junto a cursos de agua, algunos expertos advierten de que pueden empeorar el problema. Deden Rukmana, indonesio de origen y profesor de Estudios Urbanos de la Universidad de Savannah (EE UU), subraya que el frecuente uso que luego se hace de esos humedales, construyéndose hoteles o centros comerciales sobre ellos, acaba hundiendo más terrenos propensos a anegarse. “El problema es que Yakarta está superpoblada. Lo que se debe hacer es mejorar la infraestructura de las zonas depauperadas, en vez de culparlas del problema”, afirma Rukmana.
Las familias viven entre vestigios de paredes en una casa que reconstruyeron a medias sobre los antiguos cimientos
Él es uno de los expertos que han acudido a testificar en el proceso judicial contra las expropiaciones que capitanean unos jóvenes abogados del LBH, entre ellos Alldo Fellix Januardy. “(El Gran Garuda) solo acabará beneficiando a los ricos, mientras se discrimina a los pescadores que han vivido en el norte de Yakarta durante décadas”, añade el abogado. Januardy denuncia las tensiones provocadas por los desahucios, que aumentaron exponencialmente con la llegada al poder en 2014 de uno de los principales defensores del proyecto, el gobernador saliente de Yakarta, Basuki Tjahaja Purnama, conocido como Ahok.
¿Cómo frenar el hundimiento de Yakarta?
El Gran Garuda, llamado oficialmente Programa Nacional para el Desarrollo Integrado de la Costa (NCICD, en inglés), es una iniciativa de un coste estimado en 40.000 millones de dólares auspiciada por las autoridades yakartíes y el Gobierno central, con la participación de un consorcio holandés. Mientras sus defensores aseguran que se trata de la única forma de salvar a la ciudad de inundaciones catastróficas, sus críticos alegan que no hace frente a la subsidencia de la tierra. Además, alertan de que puede provocar un desastre medioambiental y social al acabar con el medio de vida de comunidades de pescadores y convertir la laguna artificial en una suerte de fosa séptica.
Como alternativas, Deden Rukmana, indonesio de origen y profesor de Estudios Urbanos de la Universidad de Savannah (EE UU), propone aumentar el desarrollo de ciudades vecinas, entre otras Bandung, para así "restar la preponderancia de Yakarta (que supone alrededor de un 20% del PIB nacional)", e incluso reubicar la capital lejos de la costa. Por su parte, Fook Chuan, que es supervisor de un proyecto del Banco Mundial en dicha ciudad, sugiere que una opción "más sostenible" es involucrar a los kampung en la búsqueda de soluciones, como la construcción de edificios elevados, a la vez que se aumentan los suministros de agua potable y se intensifican las medidas para prohibir las extracciones del subsuelo.
La última recomendación, indica Chuan, “es de crucial importancia”. El experto afirma que, aunque las inundaciones “no son del todo prevenibles” por la geografía de Yakarta, controlar las perforaciones ayudaría “a parar eventualmente su mayor problema: la subsidencia”.
¿Un juego político?
De origen chino y cristiano, Ahok no logró perpetuar su cargo como gobernador de la capital indonesia el pasado 19 de abril frente al exministro musulmán Anies Baswedan, en las que han sido consideradas unas de las elecciones más divisorias de Indonesia. Una derrota que marcó el principio del fin para el político, condenado después a dos años de cárcel por blasfemia contra el islam por unas declaraciones que hizo en septiembre. La vertiginosa caída de Ahok, que despierta tanto leales pasiones como acerbas críticas entre los yakartíes por su estilo arrollador, fue en parte fruto de una campaña de chantaje religioso que encontró en barrios como Pasar Ikan el caldo de cultivo ideal.
Diani recuerda cómo, poco después de que llegaran los buldóceres, esbirros del Frente de Defensores del Islam (FPI), un grupúsculo radical que defiende la implantación de la sharia (ley islámica) en el país con más musulmanes del mundo, acudieron a ellos con tiendas de campaña y comida. “Aceptamos lo que nos dieron, pero eso no quiere decir que estemos de acuerdo con sus políticas”, enfatiza la mujer.
Distintos sectores acusaron a Baswedan de estar detrás de las tácticas del FPI con el objetivo de disuadir a la población de votar al “infiel” Ahok, prometiendo a la vez que de ganar pararía los desahucios y el Gran Garuda. Pero el compromiso del exministro –que niega estar vinculado a los islamistas- parece menos firme desde su victoria: “tenemos que hablar aún mucho sobre esos asuntos”, afirma su portavoz, Naufal Firman Yusak, entre informaciones que apuntan a que el plan, que cuenta con el respaldo del presidente, Joko Jokowi Widodo, saldrá a flote.
“El Gobierno está intentando persuadir a Anies (Baswedan) de que lo continúe”, asegura Januardy. Una posibilidad que el letrado no descarta por al menos un par de motivos; de suspender el proyecto, Baswedan se enfrentaría a un engorroso proceso de indemnizaciones a las compañías involucradas, entre ellas potentes firmas estatales. Además, el fin de las elecciones yakartíes dio el pistoletazo de salida a la búsqueda de alianzas de cara a las generales de 2019, con la gestión de la caótica capital considerada lanzadera para la presidencia, como ocurrió a su exgobernador, Joko Widodo. Cualquier paso en falso de Baswedan –que no ha presentado alternativas al Gran Garuda para mitigar las severas inundaciones- podría alejarle de su padrino político y más que probable contrincante de Widodo en dos años, Prabowo Subianto.
Sobre Pasar Ikan, barrio que se volcó en la campaña a favor del exministro musulmán, se cierne pesarosa la sombra de que las promesas fueron parte de una guerra por el poder. Diani asegura que aún tiene confianza en que el gobernador electo cumpla lo que dijo en campaña, pero adelanta que sus preferencias pueden oscilar. “Yo voté a Jokowi y Ahok (Purnama fue el segundo de Widodo en las elecciones para gobernador en 2012) porque prometían no desahuciar. No tiene nada que ver con la etnia o la religión”, remarca, concienzuda, abriéndose paso entre los cascotes que rodean su casa.
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