Peligroso retroceso en tráfico

Tras 11 años consecutivos de descensos en la mortalidad por accidentes de tráfico, en 2014 cambió la tendencia y 2016 se ha cerrado con un preocupante salto —1.810 víctimas mortales, 121 más que el año anterior— que debe llevar a la Dirección General de Tráfico a la revisión de sus políticas. La implantación del carnet por puntos, el endurecimiento de las sanciones, los controles de alcoholemia y drogas y las campañas de prevención permitieron reducir año tras año las cifras de muertos, hasta alcanzar el mínimo de 1.688 en 2013. Tras dos años de ligeras subidas, en 2016 se ha producido un alarmante aumento del 7% que solo puede explicarse por un deterioro global de las medidas de prevención.

Uno de los factores a revisar es el de los efectivos destinados al control del tráfico. La reducción del número de agentes ha sido señalada como una de las causas del aumento de la siniestralidad. Conviene recuperar el volumen de efectivos de antes de la crisis y adecuarlo a las necesidades.

El segundo paso es identificar los ámbitos de actuación prioritaria. El hecho de que el 18% de las víctimas se haya producido en vías urbanas indica que la convivencia entre el coche, los peatones y otras formas de movilidad, como la bicicleta, resultan cada vez más problemáticas.

El gran foco de siniestralidad son las llamadas carreteras convencionales, las vías interurbanas de doble sentido, en las que se producen ocho de cada diez muertes. Es muy probable que el deterioro de las carreteras por falta de inversiones en los años de la crisis esté pasando factura. En este caso, es urgente la intervención en los 73 tramos que recientes estudios han señalado como de especial peligrosidad, mejorando el trazado, el pavimento o la señalización, y añadiendo un tercer carril en los puntos en que se registra mayor número de choques frontales. En un asunto de consecuencias tan dramáticas, no podemos bajar la guardia.