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MIRADOR
Columna
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No hay manera

El ‘procés’ va a dejar rastro. Un desagradable rastro de odio que era innecesario

Jorge M. Reverte
Puigdemont y Junqueras en la conferencia "Un referéndum para Cataluña" que tuvo lugar en el Ayuntamiento de Madrid.
Puigdemont y Junqueras en la conferencia "Un referéndum para Cataluña" que tuvo lugar en el Ayuntamiento de Madrid. Samuel Sánchez

No hay por donde cogerlo, el dichoso referéndum de Oriol Junqueras, Carles Puigdemont y la CUP. Y eso que nos han perdonado, por ahora al menos, la opción de declarar por la cara pero con solemnidad la República Catalana Independiente que reivindican los anticapitalistas, poco encariñados con las formas democráticas.

No se trata de repetir más veces lo que ya se ha publicado en muchos medios de comunicación. El asunto de Cataluña ha provocado una avalancha de artículos de gran calidad, que el muy honorable president de la Generalitat ha sido aparentemente el único que no se los ha leído. En ese fondo de armario sobre democracia, derecho internacional y Constitución, hay materia para llenar de contenido varios másteres de politología.

Pero Carles Puigdemont los ningunea y, como la Castilla de hace algunos siglos, “desprecia cuanto ignora”.

Al menos, Junqueras y él deberían haberse leído lo sucedido entre Companys y Batet.

Pero lo que es más grave es el desprecio mostrado hacia los catalanes que no están enrolados en su aventura independentista. No hay en toda la oferta “ilusionante” de la actual Generalitat ninguna garantía democrática para los presuntos votantes del no. No hay participación mínima exigida, ni mayorías cualificadas. Ni hay ninguna posibilidad de votar de nuevo si las circunstancias cambian.

En toda la exposición de Puigdemont solo hay un punto razonable, que contó al final de su intervención: aunque ganara el no en el presunto referéndum, ya nada será igual en Cataluña.

Es verdad. Ya nada va a ser igual en ese país, donde algunos vamos a ser tratados como extranjeros pase lo que pase. Ya nada va a ser igual entre los catalanes y los demás españoles. Las heridas van a tardar tiempo en cerrarse, porque los dirigentes, sobre todo los de ERC y la CUP, han ido demasiado lejos al hablar de los que antes éramos sus hermanos. El propio president ha tachado de invasores a los demás españoles.

Eso va a dejar rastro. Un desagradable rastro de odio que era innecesario. Sobre todo era innecesario. Aunque es verdad que es imposible construir un buen nacionalismo si no hay de quién diferenciarse, a quién odiar.

Lo peor es que la cuestión del referéndum va a dejar un poso guerracivilista en Cataluña, sea cual sea el nivel de participación si se celebra. Puigdemont y Junqueras ya se pueden apuntar un buen tanto: han dejado tan tocadas las relaciones internas en Cataluña como las relaciones entre Cataluña y el resto de España.

Habrá que hacer alguna campaña para arreglarlo. Que no se la encarguen a Javier Arenas.

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