En busca de una vacuna contra cada cáncer
Dos estudios iniciales en humanos arrojan esperanzadores resultados en la creación de fármacos para personas específicas
La posibilidad de ayudar al propio sistema inmune a combatir el cáncer se ha convertido en un enfoque prometedor en los últimos años. Para algunos tipos de cáncer de muy mal pronóstico, como el melanoma con metástasis, se ha pasado de esperanzas de vida de menos de seis meses a superar los cinco años. Sin embargo, es difícil identificar qué pacientes se van a beneficiar de estas terapias y en qué grado. Los tratamientos no tienen la simplicidad de algunas terapias dirigidas en las que un fármaco bloquea el efecto de una proteína que produce el cáncer encajándose a ella como si fuesen dos piezas de un puzzle. La inmunidad es algo muy personal.
Una de las estrategias para mejorar los efectos de estos tratamientos y hacer sus efectos más previsibles son las vacunas. Estas vacunas son similares a las que se emplean para prevenir el ataque de virus. Como sucede con la gripe o la hepatitis, se diseña un fármaco con un antígeno tumoral, una sustancia que se encuentra en la superficie de la célula cancerosa y la hace distinguible de las normales. Igual que sucede con los virus, gracias a esas sustancias, el sistema inmune queda capacitado para combatir a unas células que antes no era capaz de eliminar.
La revista Nature publica hoy los resultados de dos estudios iniciales en humanos que muestran las posibilidades de crear vacunas para tipos de cáncer concretos en personas específicas.
Las vacunas ayudarían a combatir muchas mutaciones distintas con un solo tratamiento
En el primero de ellos, liderado por Catherine Wu, un equipo de científicos del Instituto para el Cáncer Dana-Farber y el Instituto Broad del MIT y la Universidad de Harvard creó vacunas con hasta 20 neoantígenos diferentes asociados a las mutaciones en melanomas de seis pacientes. Tras 25 meses de seguimiento, cuatro de los pacientes tratados no habían sufrido una recaída. En dos de ellos, el cáncer había regresado, pero los investigadores lograron hacer retroceder del todo la enfermedad empleando una de las inmunoterapias más convencionales, un fármaco que ataca a las proteínas PD1 con que las células de cáncer se protegen de los linfocitos.
Los autores explican que su método consigue buenos resultados con menor toxicidad que terapias como las anti PD1, que además de generar respuestas contra el tejido tumoral pueden producir ataques a tejido sano en algunos pacientes. En este caso, los efectos secundarios fueron síntomas similares a los de la gripe, cansancio y algunas erupciones en la piel. Además, consideran que al azuzar a los linfocitos contra muchos antígenos diferentes del tumor, pueden combatir mejor una de sus principales armas, su heterogeneidad, que le permite seguir creciendo cuando se emplea un fármaco que solo ataca a una de sus mutaciones.
En un segundo ensayo, liderado por Ugur Sahin, de la empresa Biopharmaceutical New Technologies (BioNTech) de Maguncia (Alemania), los investigadores crearon vacunas dirigidas a hasta diez mutaciones en 13 pacientes con melanoma. Con una técnica de empaquetamiento de ARN para provocar la respuesta inmune, lograron que ocho de los pacientes permaneciesen libres de tumores tras 23 meses de seguimiento. Cinco de los pacientes sufrieron recaídas antes de comenzar con la vacunación, dos de ellos tuvieron alguna respuesta después de recibirla y uno experimentó una regresión total después de combinar la vacuna con una terapia anti PD1.
“Se trata de dos trabajos de extraordinario interés, una prueba de concepto de que se puede vacunar para neoantígenos de tumores”, opina Ignacio Melero, inmunólogo de la Clínica Universitaria de Navarra y el Centro de Investigación Médica Aplicada (CIMA) de Pamplona. “Son antígenos que aparecen en el tumor de un paciente, pero no en el de otros con enfermedades parecidas, así que requieren una medicina personalizada en la que hay que preparar la vacuna para cada paciente”, añade. En particular, Melero destaca el “excelente” algoritmo bioinformático del equipo de Sahin, que les permite predecir qué mutaciones van a dar lugar a antígenos reconocibles con los que crear una vacuna que genere una respuesta.
La necesidad de personalizar las vacunas hace que por ahora tengan un coste difícil de asumir
A partir de ahora, los autores de los trabajos deberán demostrar que esta prueba de concepto puede ser eficaz en grandes grupos de pacientes. Además, tendrán que empezar a pensar en cómo se puede hacer asequible esta tecnología. La necesidad de crear vacunas específicas para cada paciente hace que, al menos de momento, el precio de este tipo de tratamientos sea prohibitivo. Reconociendo este reto, Wu cree que “escalando la producción de la vacuna, potencialmente auspiciada por una compañía, se puede superar este obstáculo, permitiendo mayores ensayos clínicos y, esperemos, produciendo una terapia para el cáncer”. Melero coincide en que, “si además se tiene en cuenta que el tratamiento óptimo es una combinación con otros fármacos, el costo de los dos elementos puede multiplicar el costo”. No obstante, cree que por ahora lo más importante es hacer la prueba de concepto. En el futuro confía en que, “como hemos visto con muchas tecnologías en el pasado, se logren optimizar los procesos y hacer asequible el tratamiento”.
Eva Muñoz, responsable de la investigación del grupo de Melanoma del Vall d’Hebron Instituto de Oncología (VHIO), también cree que “estas secuenciaciones masivas, que a veces permiten conocer alteraciones que no se pueden tratar porque no existen fármacos para ellas, dan mucha información, pero son técnicas muy caras”. En principio, “solo estarán disponibles en unos pocos hospitales y, de momento, dentro de ensayos clínicos”, concluye.
La también investigadora de la unidad de melanoma del Hospital Universitario Vall d’Hebron recuerda que las vacunas son uno más de los enfoques que se están probando para luchar contra el cáncer a través del sistema inmune. Uno de los retos que destaca es que ”faltan marcadores claros para poder saber qué personas con qué tumores se pueden beneficiar de qué fármacos, porque el sistema inmune es muy errático”, apunta. No obstante, el estudio de la relación entre cáncer y sistema inmune ha dado algunas sorpresas positivas. “Cada vez se habla más de que una mayor carga de mutaciones [algo que hace más peligroso un tumor] favorece la respuesta inmunoterápica por la inflamación local que se genera”, indica Muñoz. “Algunos fármacos no aprobados para algunos tumores porque no se les encontró beneficio, se han aprobado para casos con una alta carga mutacional”, continúa.
Como sucede con frecuencia con el cáncer, cada vez que se observa una debilidad, la aplicación de nuevas terapias muestra de nuevo la complejidad de la enfermedad y su capacidad de adaptación a los tratamientos. Las últimas tendencias apuntan a que la batalla contra el cáncer será una combinación de múltiples enfoques para lograr que aunque la enfermedad no desaparezca, no nos mate antes de tiempo. Las vacunas, que hoy muestran su potencial, serán un arma más en esa guerra.
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