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Defensora del Lector
Tribuna
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El papel, los vídeos y Eskup

La edición impresa y la digital podrían coordinarse mejor. La dificultad de moderar 12.000 comentarios diarios en la web

 Tres discapacitados internos en el orfanato católico de Liming, en Biancun (provincia de Hebei, al norte de China).
Tres discapacitados internos en el orfanato católico de Liming, en Biancun (provincia de Hebei, al norte de China). MARC M. SARRADO

El soporte digital es el presente y el futuro de la prensa, aunque ningún experto en periodismo se haya atrevido a poner fecha de defunción al papel. EL PAÍS cuenta todavía con muchos lectores fieles a la edición impresa, que consultan poco o nada la digital y se pierden por este motivo elementos informativos importantes. Un lector, Pablo Rovetta, nos pide más comunicación entre ambas, basándose en el diario del 24 de junio. “Leo en portada y toda la página diez”, dice, “un muy interesante artículo de Macarena Vidal Liy titulado Los repudiados del capitalismo en China. Para sorpresa mía, me entero por Twitter de que hay un vídeo sobre el artículo y voy a Internet, donde efectivamente puedo ver el vídeo, también muy interesante y complemento indispensable del artículo escrito. Si no hubiese sido por Twitter no me habría enterado de dicho vídeo. ¿No podría haber puesto EL PAIS, en la página del largo artículo, una nota indicando que en su web se podía ver el vídeo?”.

Carlos de Vega, subdirector de vídeo y fotografía, aplaude la sugerencia:

“La propuesta de Pablo Rovetta tiene todo el sentido, y la tomo en cuenta para proponer cambios. Hace unos años, la edición de papel anunciaba los temas que tenían vídeo en la web. ¿Por qué hemos dejado de hacerlo? La respuesta está en el propio éxito del formato de vídeo. Ahora mismo producimos en EL PAÍS unos 1.200 vídeos al mes, lo que implica que casi todas las noticias incluyen uno. Eso nos obligaría a incorporar la referencia de contenido audiovisual en casi todos los artículos en la edición impresa. En este momento, esa llamada al vídeo la incorporamos únicamente cuando hacemos producciones muy especiales. Estudiaremos la idea de Pablo”.

¿No podría haberse puesto una nota al pie del artículo en la edición impresa anunciando que en la web se completaba con un vídeo?

  La edición digital ofrece también a los lectores la posibilidad de opinar en aquellos artículos que se abren a comentarios, a través de la plataforma Eskup. Desde que se puso en marcha, hace siete años, su éxito ha sido considerable, pero ese mismo éxito dificulta la tarea de mantener los diálogos dentro de límites civilizados. Recibo a diario correos de usuarios que se preguntan por qué sus comentarios no son publicados, mientras otros que les parecen incorrectos suben a la web. Un lector, Kuark Keynes, sin dejar de reconocer que Eskup es “indudablemente la mejor plataforma existente, incluidos los digitales de EE.UU”, lanza esta acusación contra los moderadores: “Más que atenerse a cuestiones de normas de participación, se dejan llevar por su propia ideología”. Otro lector, Paco Rubio, me envía algunos comentarios intolerables publicados a raíz de la muerte del torero Iván Fandiño, todos muy breves, y sostiene que si los usuarios agotaran los 1120 caracteres que se permiten en Eskup, se limitarían los insultos que están ligados, cree, a la brevedad. “Para insultar no hace falta argumentar”, dice.

Los lectores tienen que entender que los moderadores se enfrentan a diario a un promedio de 12.000 comentarios, y aunque existe un protocolo de control previo a su publicación no es extraño que algunos escapen a ese filtro. ¿Cuáles son los temas que generan más comentarios impublicables? El coordinador de moderación los jerarquiza así: “En primer lugar, los atentados terroristas. Hoy día, el terrorismo yihadista se presta con facilidad a la xenofobia. En segundo lugar, las situaciones en las que concurren una injusticia social y la participación de inmigrantes. En este tipo de noticias se produce una combinación de una denuncia exaltada y de ataques xenófobos del todo inaceptables. En tercer lugar”, añade, “están las desgracias personales: muertes, accidentes, lesiones, enfermedades... Todos ellos generan muestras de desprecio que, a veces, se realizan con comentarios de tono correcto que son difíciles de detectar. Incluso el reciente incendio en Portugal dio pie a insultos impensables. Y en cuarto lugar, la homofobia, el sexismo y la violencia de género. En la actualidad observamos una creciente animadversión a lo que denominan el ‘lobby LGTBI’”. Dicho todo lo cual, debemos reconocer que en muchos casos, los comentarios enriquecen los artículos, al aportar información de interés.

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