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La paradoja y el estilo
Columna
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Mi primer ‘Kurosawa’

El revuelo por las películas que ve la princesa Leonor es prueba del rencor de las redes sociales

De izquierda a derecha: la princesa Leonor, doña Letizia y la infanta Sofía, en la comunión de la hija menor de los Reyes el pasdo 17 de mayo.
De izquierda a derecha: la princesa Leonor, doña Letizia y la infanta Sofía, en la comunión de la hija menor de los Reyes el pasdo 17 de mayo.GET
Boris Izaguirre

Esta semana se ha hablado de los primeros filmes de Akira Kurosawa que ha visto la Princesa de Asturias, que tiene 11 años. No quiero alarmar a sus padres pero yo también descubrí al genio del cine japonés a esa misma edad. Y miren el adulto que soy, un hombre analógico en permanente exilio y con una novela que no acaba de terminar. Es cierto que yo no soy hijo de reyes, pero sí de la aristocracia del talento, mi madre destacó en el ballet nacional y mi padre fue director de la filmoteca de Venezuela y por eso gocé, y mucho, de acceso privilegiado a grandes clásicos del cine.

Para ser reina no es necesario tener intereses culturales. Pero es una buena noticia que Kurosawa se haya puesto de moda en España, donde, al menos, hay dos tipos de educación real. La infanta Elena lleva a su hija menor de edad a las corridas de toros, un espectáculo sangriento, y no molesta tanto como que su cuñada lleve a Leonor a ver Kurosawas. Mi primer Kurosawa fue Vivir, un magnífico drama sobre un funcionario público al que le diagnostican cáncer y decide, ante la proximidad de la muerte, vivir. Recuerdo que mi papá se empeñaba en hacerme notar un fotograma de la película en que el burócrata se sienta en un columpio. Yo lo veía como una escena más, pero mi papá, que además es crítico de cine, me hizo ver que en ese gesto, tan sencillo, tan cotidiano, se balanceaban “verdades íntimas sobre la vida y la muerte que pueden pasarle a un japonés y también a un venezolano”. Una hermosa lección e imagino que algo así es lo que espera Letizia que le suceda a Leonor.

Como a mi papá le gustaba tanto este director, en la Cinemateca de Venezuela había una retrospectiva de Kurosawa cada poco, con copias no siempre en buen estado y poco presupuesto. Como ya le había pillado el tranquillo a su cine, me aventuré y vi Rashomon. ¡Fue una revelación! Me acuerdo muy bien, a los 13 años, asombrando a mis progenitores diciéndoles: “La verdad no existe, todo el mundo es inocente, aunque sea culpable”. Porque ese es el argumento de la película. Siempre recuerdo Rashomon con los juicios por corrupción, o con los responsables a título lucrativo, porque en ese tipo de juicios es imposible establecer la justicia. Mi tercer Kurosawa fue a los 15 años, estaba en Londres y estrenaban Kagemusha. Era un insoportable adolescente sabelotodo, que decía: “Es El Gatopardo de Kurosawa”. Y me quedaba tan tranquilo. Cuando al fin terminó la proyección, mis amigos se quejaron airadamente de no haber visto Fama, que la estrenaban en la sala de al lado.

O sea, yo también sufrí ostracismo por admirar a Kurosawa. Todo este revuelo por las películas que ve Leonor puede ser prueba del rencor que anida en las redes sociales. Derzu Uzala es una película maravillosa, para todos los públicos. ¡Cómo suena el aire entre los árboles o el viento por encima del cereal! La serenidad infinita de esos planos largos, larguísimos, porque hay que reconocer que el director hizo tan suyo el plano largo como Valerio Lazarov lo hizo con el zoom. A mí me parece mucho más saludable que estas sean también referencias para una heredera. Opino que amplía sus criterios y le ofrece el placer de disfrutar de belleza y humor aunque sea para esa vida de cenas y almuerzos de Estado para la que también se la prepara.

El 'Nabila', que fue barco de Khashoggi.
El 'Nabila', que fue barco de Khashoggi.Getty Images

Finalmente, mis padres se preocuparon. Sabían que leía el ¡Hola! Fue difícil para ellos confirmar que una de mis figuras favoritas de aquellos años era un traficante de armas: el magnate Khashoggi y su familia pero, sobre todo, su yate, el Nabila. Soñaba con navegar en él, pero eso lamentablemente no pasó, aunque conozco a una persona, muy popular, que estuvo a bordo pero no puedo desvelar su nombre. Ni nada de lo que allí vio. Khashoggi ha muerto un poco olvidado. Lo vi salir de un ascensor en Cannes mientras alguien de su seguridad me apartó con fuerza. La actriz Paz Vega fue testigo. Pena me ha dado saber de la fortuna del Nabila. Donald Trump se lo compró a mitad de precio y después lo vendió aún más rebajado y su estilizado casco terminó en alguna esquina populista del Caribe. El final de los yates es una de las cosas que más tristeza me produce.

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