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Cuánto daño me has hecho, condenada ‘The Leftovers’

La serie protagonizada por Justin Theroux terminó de forma tan conmovedora a cómo empezó

Justin Theroux, protagonista de la serie, esta vez con su impoluto traje blanco
Justin Theroux, protagonista de la serie, esta vez con su impoluto traje blanco

Lo primero, un aviso: en este texto hay spoilers. Muchos y gordos

Tuvimos que llegar al último capítulo para descubrir que, al final, The Leftovers era simplemente una gran historia de amor. El relato de cómo dos personas se enfrentan a la culpa del superviviente.

En general la recepción del desenlace de una de las series más complejas de los últimos años ha sido buena. Uno recuerda las polémicas por la conclusión de Los Soprano o de Perdidos y esperaba una ola de indignación. Se podría entender que algunos seguidores estuvieran decepcionados. Poniendo un símil viejuno (tampoco da la impresión de que masas de adolescentes españoles se hayan abalanzado sobre The Leftovers) es como si en la última escena se descubriera que Apocalypse Now era un musical.

Hay que seguir viviendo. Es algo tan obvio que puede parecer absurdo que se necesiten alrededor de 30 horas de metraje para desarrollarlo. Personalmente, no considero que haya perdido ni un solo minuto de mi vida

La explicación de la premisa inicial de la serie, un día se desvanecen sin más 140 millones de personas, llega en los últimos cinco minutos. No fue un arrebato, nadie se fue a ningún sitio, nadie desapareció, le cuenta Nora a Kevin. Fue, en su versión, algo así como un desdoblamiento dimensional descompensado. Hay dos Tierra idénticas en dos planos distintos. En una de las dos dimensiones se quedó el 98 % de la población, en otro el 2 %. Kevin opta por creerla.

En realidad nos lo está contando a cada uno de nosotros. Yo la creo. ¿Qué más da? Desaparecieron. Eso es. Ya está. Fin. No hay más. Hay que limitarse a aceptarlo. De eso va la serie, del luto y de lo duro que es superarlo. The Leftovers es el reflejo en el espejo de Perdidos. Si aquella contaba la historia de un accidente aéreo desde el prisma de los que viajaban en el avión, Leftovers narra la misma historia desde el punto de vista de los que han perdido a alguien de esa forma traumática e inesperada.

Los amigos y familiares no tienen ninguna respuesta, solo la sospecha, cada día más clara, de que nunca volverán a ver a sus seres queridos. Damon Lindelof, creador de The Leftovers, fue parte también del equipo de Perdidos y, aunque es difícil meterse en la cabeza de alguien, parecía sentirse un poco culpable por haber sido parte de aquel chiste hinchadísimo que se les escapó de las manos. Y también parecía que todo en The Leftovers estaba destinado a corregir aquellos errores. Si Perdidos fue demasiado larga, The Leftovers duraría solo tres temporadas. Y sobre todo, si Perdidos prometía un final histórico que explicaría todo, desde el destino de la Atlántida hasta el asesinato de JFK, aquí no habría respuestas.

Durante tres temporadas los fieles de 'The Leftovers' hemos recorrido un universo de dolor profundo, real y al mismo tiempo fantástico

Otra cosa es que los fans de la serie decidiéramos no verlo. Pero ese es nuestro problema. Deberíamos de haber dejado de buscar respuestas por lo menos desde el segundo episodio de esta temporada. Ese en el que a Nora le cuentan la existencia de un “dispositivo” que permite ir al lugar donde fueron sus hijos gracias a seguir los trazos de las “Radiaciones de Baja Intensidad Denziger”.

Ajá. El capítulo, escrito a medias entre Lindelof y Tom Perrotta, autor del libro original, se titula No seas ridículo, la frase más conocida de la sitcom de los ochenta Primos lejanos. Quien le cuenta la historia es el actor que interpretaba a uno de los protagonistas, el único que no desapareció del casting, cuentan ¿Qué queríamos? ¿Qué cogiese un rótulo en el que se leyera “Es todo un chiste” mientras sonaba una salva de aplausos?

Durante tres temporadas los fieles de The Leftovers hemos recorrido un universo de dolor profundo, real y al mismo tiempo fantástico. Las dudas, los temores, las locuras individuales y colectivas que provoca un trauma. Personalmente reconocí sensaciones que experimente después del 11M. Quizás me equivoque, pero creo que cualquiera que haya pasado el suficiente tiempo vivo habrá experimentado ese pasmo que produce la certeza de que hay ausencias que son definitivas.

Y lo que Lindelof nos viene a decir, que pase lo que pase hay que seguir viviendo, es algo tan obvio que puede parecer absurdo que se necesiten alrededor de 30 horas de metraje para desarrollarlo. Personalmente, no considero que haya perdido ni un solo minuto de mi vida.

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