Sea idiota
La gente no nos tolera, les intimidamos. No saben cómo comportase delante de un idiota
Sea idiota. Sea idiota. No tenga miedo, que es fetén, que digo fetén, es el "recopetín". Necesidad no hay ninguna —y tampoco se saca ninguna conclusión sustancial—, es, lo que se suele decir un brindis al sol pero uno se queda muy a gusto siendo idiota. Créame, yo soy profesional.
Permítase reír a destiempo; le dirán que la risotada anida en la boca del necio, pero esa frase la dijo un chino que ahora esta mortimer.
La gente no nos tolera, les intimidamos. No saben cómo comportase delante de un idiota. Les enfrentamos, con nuestra actitud, a sus contradicciones y a sus miedos: frustraciones, complejos, inseguridades… (¿quién es el idiota?).
Sea idiota, siéntase libre para decir y hacer lo que quiera, cuando quiera y como quiera —es como un superpoder—. Seguir las convenciones es como tener los pies enterrados en cemento; como estar en el extranjero y no tener roaming; como fumar a oscuras.
Porque ser idiota no es decir chorradas a diestro y siniestro y hacer cosas extravagantes, bueno… sí, sí que es eso pero aparte más cosas.
Sea idiota. Ser idiota no es un estado, ni tan siquiera una actitud, se parece más a un precioso reino pequeñito. Y es que la idiotez no se tiene, se conquista, se invade, se saquea… Perdón, me he liado y me he metido en un jardín, empiezo otra vez: sea un idiota, es bueno para el cutis, solo con esto ya debería haberle convencido.
Cuando uno es idiota, y lo ve todo a través de las lentes de la idiotez, el mundo se antoja como una gran conga donde los seres humanos van en fila, inexorablemente, hacia la misma dirección: el fin del mundo. Por eso el idiota ríe sabiendo que, en conclusión, todo da igual. Esto lo comprobaron grandes idiotas como Duchamp, Dalí o Schopenhauer.
Y ahora, para terminar, permítame un poema:
Hoy he soñado con alegría, que era melón mi culo y tú me lo olías.
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