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Tentaciones

Jon Savage: "Niños con camisetas de los Ramones. ¿Qué quieres, que tu hijo muera joven?"

El autor de 'England's dreaming', el tratado básico sobre el punk británico, ha dedicado su vida a investigar los movimientos de la cultura popular y su impacto social

Elisa Sánchez Fernández

Jon Savage luce con orgullo una chapa en su solapa: "I voted remain", dice en ella. La lleva desde que el referéndum de su país se decantase por los partidarios del Brexit, algo que define como "un ataque de nervios a nivel nacional". Puede parecer un gesto casi imperceptible, pero es una muestra de su carácter. Desde que comenzase a escribir sobre música a mediados de los 70, justo a tiempo para vivir el punk en primera fila, este londinense ha indagado en todos los fenómenos culturales relacionados con la juventud y, en especial, aquellos que han supuesto un desafío al sistema. Con una nueva edición bajo el brazo de England’s dreaming, su apabullante historia sobre el punk británico y los Sex Pistols, fue uno de los invitados del festival Primera Persona, celebrado en Madrid en La Casa Encendida. Con su tono inconfundiblemente británico, hablar con él equivale a abarcar medio siglo de historia de la cultura pop.

"El Brexit es un ataque de nervios a nivel nacional"

¿Por qué seguimos hablando del punk 40 años después?

Porque mi libro se ha publicado en español (risas). No… porque fue algo genial. Fue una mezcla maravillosa de música, arte, actitud, política y emoción. Y no duró mucho, así que no tuvo el tiempo suficiente para aburrir a la gente. Todo lo relacionado con el punk fue rápido. Los Sex Pistols, por ejemplo, solo duraron dos años. Los Ramones fueron el origen: la suya era la música más rápida que se había escuchado hasta entonces. Y era una cultura basada en las anfetaminas, por lo menos en el Reino Unido: todo el mundo estaba tomando speed. Es como esa frase de Lou Reed: my week beats your year. Esto sucede siempre con la gente joven y su cultura. Existe esa velocidad para poder pensar más rápido que los adultos y llevar las cosas a un extremo al que los adultos no pueden llegar. Y eso siempre da origen a momentos interesantes.

El punk tuvo la habilidad de poner nervioso al sistema. ¿Es posible que ahora un movimiento cultural pueda resultar tan amenazador para el establishment y chocante para el público mayoritario?

Chocar no creo, porque ya hay un presidente que nos choca. Han pasado 40 años desde el punk, y la idea de sorprender como una dinámica cultural se ha convertido en un cliché, es algo que se ha apropiado la alt right. Mira la manera en la que se comporta alguien como Milo Yiannopoulos o como se llame. Los Sex Pistols tomaron muchas cosas de los Rolling Stones, aunque nunca lo admitirán. McLaren se fijó mucho en Andrew Loog Oldham, pero eso sucedió solo unos 10 o 12 años después. La idea de que la música tenga ahora esa cualidad chocante ha desaparecido, tendría que ser algo extremo, como suicidarse en el escenario. Sobre molestar al sistema, sí que podría pasar, pero me parece improbable porque la música ya no está en el centro de la cultura joven.

¿Por qué la música ya no tiene ese poder?

Por varias razones. La primera es que la música pop solía estar dirigida exclusivamente a los jóvenes: Frank Sinatra en los 40, Elvis Presley en los 50, los Beatles en los 60… En los 80, la industria musical empezó a dirigir sus productos a personas de mayor edad, y ahora el alcance del pop ha llegado hasta la gente como yo, que tengo 63 años. Por otro lado, existe esa idea desastrosa de que la música debería ser gratis. Los músicos tienen que cobrar, al igual que cualquiera. Si no pagas por la música, no la valoras. Y si no la valoras, es que no importa. Ahora todo es una papilla, y el paradigma de esa papilla son Adele y Ed Sheeran. Eso no quiere decir que no se haga buena música; por supuesto que la hay. Me gusta mucha música nueva, sobre todo electrónica. La música sigue siendo una buena manera de comunicación pero, desde el punto de vista sociopolítico, ya no ayuda a conformar la cultura joven.

El punk siempre se ha identificado como un movimiento colectivo, pero tú defiendes una figura controvertida, la de Malcolm McLaren, como fundamental en el punk británico.

Cuando empecé a escribir England’s dreaming, a finales de los 80, me dije: ¿Por dónde empiezo? Y empecé por una tienda, la de Malcolm McLaren y Vivienne Westwood. Conocí muy bien a Malcolm. Me caía bien, aunque también era presuntuoso y podía ser muy mala persona, pero fue un catalizador y un visionario. Lo siento por los demás. Johnny Rotten odia ese hecho, y eso que Rotten ha llevado las cosas mucho más lejos de lo que McLaren pensó nunca. McLaren fue el comienzo. La parte mala es que Malcolm utilizaba imágenes de porno duro y esvásticas, y esa parte no me gustaba en absoluto. Me parecía una estupidez.

Muchos elementos del punk han acabado siendo un reclamo comercial, una manera de vender camisetas. ¿Qué reacción te provoca ver algo así?

"Estamos volviendo a la época en la que los muy ricos lo controlan todo. Y este es un problema que va a ser clave en los próximos años"

Sí, pero… ¿qué podíamos esperar después de 40 años? Sí que me parece muy raro ver a niños pequeños llevando camisetas de los Ramones. Es patético. ¿Qué quieres, que tu hijo muera joven? ¿Qué sea un adicto a la heroína y un criminal como Dee Dee? Es raro, pero de alguna manera es comprensible. Pero no debería lamentarme, porque eso demuestra el éxito del punk. El punk tuvo éxito, por eso todavía hablamos de él. Focalizó la rabia y la rebelión de un momento en concreto de manera muy clara.

¿Por qué movimientos como el punk acaban asimilados de manera tan rápida por el sistema?

La idea de la cultura joven es un invento capitalista, como explico en mi libro Teenage. Se concibió como una solución a problemas de la primera mitad del siglo XX, cuando los jóvenes estaban divididos entre movimientos anticapitalistas o asociaciones militares. Fue una solución de EE UU, la idea del “consumo democrático”: la juventud no era solo un consumidor pasivo, sino que formaba parte del proceso, tenía una influencia sobre lo que consumía. Todas las culturas jóvenes, a excepción de las revueltas del 68, eran parte de la industria del entretenimiento. Los cantantes de rock & roll no decían nada realmente subversivo, se trataba de la actitud, el sonido y la apariencia. Eso era lo suficientemente rebelde. Pero la generación de los 60 se dijo: ¿Qué significa ser joven? ¿Qué pensamos sobre nuestros mayores? ¿Qué pensamos sobre el mundo? Ahí es cuando empieza todo y tenemos un fenómeno interesante: una herramienta capitalista que acaba sirviendo para criticar el capitalismo. Ya sabemos que el sistema va a ganar siempre, pero al menos surgen estas breves ventanas, como el punk o los 60, donde se cuelan todas estas ideas y posibilidades en un nivel masivo. Eso es lo que me gusta de la cultura pop. La última vez que pasó algo parecido dentro del rock fue con Nirvana. Y no ha vuelto a ocurrir.

Existe la creencia de que las épocas de crisis y pobreza dan origen a movimientos culturales rupturistas. ¿Es posible que surja algo similar al punk en el futuro?

"Existe esa idea desastrosa de que la música debería ser gratis. Los músicos tienen que cobrar, al igual que cualquiera. Si no pagas por la música, no la valoras"

Comparar cualquier movimiento con el punk no ayuda a nadie, especialmente a los jóvenes. Todo ha cambiado, especialmente en la cultura y en los medios. Estamos viviendo en un futuro de ciencia ficción que el punk predijo, lo cual es algo muy raro. Aunque la gente se queda más con los aspectos sociales, el punk también era ciencia ficción. Era futurista, proyectaba cosas sobre el futuro. Soy buen amigo de William Gibson y solemos hablar de esto. Suelo decir que la gente joven encontrará la solución a los problemas que se enfrentan. Cuando tienes 20 años ves los problemas del mundo de manera muy clara y, si tienes algo de espíritu, intentas hacer algo por ti mismo y por los demás. El problema es que ahora estamos saliendo de una época de consumo democrático y entrando en una de capitalismo plutocrático. Estamos volviendo a la época en la que los muy ricos lo controlan todo. Y este es un problema que va a ser clave en los próximos años: ¿Quién va a tener los recursos? ¿Qué van a hacer los jóvenes cuando no puedan comprar? ¿Van a luchar? ¿Van a tomar drogas? ¿Van a formar bandas y matar a gente? Mi máxima preocupación es que esos jóvenes se inclinen de nuevo por el fascismo. La derecha ya está trabajando mucho en ello. Pero siempre conservo la esperanza que los jóvenes encuentren la solución. Y es mi obligación, como persona de más edad, ofrecerles la mayor cantidad de información posible.

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