Doble o nada en el Elíseo
El reto del presidente es construir el centro; si no, tendrá que pactar con los actuales partidos
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La formación del Gobierno del nuevo presidente francés lo demuestra: él sabe perfectamente juntar las viejas fuerzas del sistema que tanto ha criticado con nuevas e inexperimentadas figuras en política que tienen la enorme ventaja de depender, precisamente, solo de él y de ningún partido. Con la maestría y la dosis de cinismo necesarias en este tipo de coyuntura, Emmanuel Macron repite mecánicamente la estrategia del general De Gaulle cuando se hizo del poder en 1958 y aprovechó la autodestrucción de los partidos políticos de entonces, tanto de derechas como de izquierdas, sobre el hilo de la guerra de Argelia. Si De Gaulle se presentaba como el escudo de la legalidad parlamentaria frente a los militares, era a la vez también la espada de los militares frente a los partidos políticos, una doble cara enteramente configurada por una tremenda crisis de legitimidad del régimen de la IV República. Emmanuel Macron, posicionándose por encima de los partidos, utiliza igualmente fuerzas de derecha contra la derecha institucional y políticos socialistas contra la izquierda de siempre, con el objetivo de crear ex nihilo un partido en el Parlamento que sea enteramente suyo y obedezca a pie juntillas su proyecto.
Está claro que si consigue éxito con esta apuesta, estará más libre aún para imponer a los propios tránsfugas de hoy, que abandonaron sus partidos, una sumisión sin paliativos. Lo que ocurrió con los gaullistas llamados durante diez años los “godillos”, es decir, soldados con ciega obediencia a su jefe, se puede repetir con “godillos macronistas”, quienes, además, no tendrán apoyo ni en el senado ni en los consejos generales y regionales y, menos aún, en las municipalidades. Antes de que lleguen las elecciones intermedias en todos estos niveles, tendremos a diputados “macronistas” desarraigados con dificultades para actuar en el Parlamento. El principal objetivo para Macron, si efectivamente quiere proponer reformas en profundidad, consistirá en construir un verdadero y nuevo partido para poder existir en todos los escalones (de la “verticalidad”) del sistema político.
Macron sabe perfectamente juntar las viejas fuerzas del sistema con nuevas e inexperimentadas figuras que solo dependen de él
Ahora bien, un partido no puede ser “apolítico”, sino de derecha, centro o izquierda. Pero el centro, que corresponde al proyecto de Macron, siempre ha sido débil en Francia. Su reto es construirlo para que sea una fuerza política decisiva. Lo que significa que el nuevo presidente tendrá que conseguirlo en estas elecciones o, en caso contrario, estará obligado a pactar con los actuales partidos. El resultado de las legislativas (11 y 18 de junio) será, por lo tanto, determinante para configurar las relaciones de fuerzas reales y la posibilidad de crear una gran fuerza de centro izquierda y derecho.
¿Puede Macron ganar las legislativas? Es posible si prevalece la tradición generada por las instituciones de la V República, que favorece al presidente recién elegido, pues el electorado siempre le he dado, lógicamente, su confianza. En caso contrario, el joven presidente, que hubiera jugado al doble o nada, se volverá rápidamente un político tradicional, sin sueños para nadie.
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