Periódicos
Un Nobel defiende los diarios de papel. Un niño pregunta en el cole qué es eso. ¿Cuál es el futuro?
Mario Vargas Llosa, escritor y premio Nobel, el domingo aquí en EL PAÍS: “Leer un buen periódico’, dice un verso de Vallejo, y yo creo que se podría añadir ‘es la mejor manera de comenzar el día” (…) Y, desde luego, los leo de tinta y de papel…”.
Izaskun Goikoetxea, maestra y amiga mía, el sábado allí, en una cena: “Les puse un ejercicio a los niños. Habíamos hablado de la novela, del cuento… y les dije: ‘Hoy hablaremos del periódico’. Uno me preguntó: ‘¿Qué es eso, un periódico?’.
Este es el futuro que le espera al papel prensa, compañeros tribuletes. Otra cosa son los plazos. Y nuestra capacidad para hacer justificable la supervivencia de la arqueología: al fin y al cabo, Pompeya sigue siendo fascinante. ¿Por qué no un periódico, con su lava en forma de tinta y sus cuerpos sepultados en forma de cadáveres profesionales?
¿Con qué nos quedamos, con el nostálgico retrovisor del Nobel (que uno comparte, ayayay) o con el aviso a navegantes de mi amiga maestra? Haríamos bien en dejarnos mecer por la melancolía, que siempre alivia (Melancolía=disfrutar de tu tristeza). Y, a la vez, en ir encargando la esquela de los periódicos, al menos de los periódicos tal y como los hemos entendido, al menos de los periódicos tal y como los estamos haciendo.
Resignémonos, familia. No es que no gustemos, el periodismo nunca gustó a quienes tienen capacidad de decidir sobre él, y ahí radicaba su sentido. Es que no estamos de moda. Antes un periodista en una cena molaba cantidad. Ahora cuentas la peripecia de turno y la mesa acaba hablando de Messi. O de Pompeya.