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CLAVES
Columna
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El sindicato de Uber

Al contrario que la antigua mano de obra, los recién llegados suelen iniciar su periplo laboral atomizados, sin fuerza común

Jorge Galindo
Manifestación de taxistas en Barcelona el pasado 16 de marzo.
Manifestación de taxistas en Barcelona el pasado 16 de marzo. Albert García

Cada cierto tiempo, la inversión (es decir, el capital) encuentra una nueva forma de cubrir una determinada demanda de manera más eficiente. Esta es la definición de tecnología en una economía de mercado. Normalmente, este cambio conlleva la búsqueda de nueva fuerza de trabajo, complementaria a las nuevas técnicas (digamos, Uber), y sustituta de las viejas y de quienes las ejecutaban (por ejemplo, los taxistas).

En ese momento, el capital inicia una doble negociación. Por un lado, con la antigua mano de obra. Por otro, con los recién llegados. El sujeto de la negociación es, en realidad, el habitual entre los participantes en el proceso de producción: la distribución de los ingresos entre beneficios y salarios.

El capital suele preferir alinearse con los nuevos contra los viejos: los primeros suelen iniciar su periplo laboral atomizados, sin fuerza común. Los segundos, por el contrario, están muchas veces organizados para defender la posición ganada. Claro está, los viejos tienen más interés en formar un frente sólido. Es posible que intenten contar con los nuevos, llevándoles a su terreno. Pero resultará difícil porque por el momento no pueden gozar del acceso al mercado en las mismas condiciones que los anteriores. De hecho, mantenerlas depende en no poca medida de que la puerta siga cerrada, o estrechamente abierta. Así que el actor pivotal en este triplete es un conjunto amplio y heterogéneo de recién incorporados al sector. Normalmente, incapaz de hablar con una sola voz.

De qué lado caerá el equilibrio depende precisamente de la capacidad de los nuevos llegados para dejar de competir entre ellos y empezar a cooperar por una mejora de sus propias condiciones. Imaginemos que los conductores de Uber deciden organizarse y poner rostro a lo que ahora es un colectivo que a duras penas puede ser definido como tal. En ese momento, los de afuera pueden empezar a definir sus preferencias colectivas frente al capital, y también frente a los viejos. Estableciendo alianzas y acuerdos si así lo desean, buscando quizás puntos de encuentro. Podrán, en definitiva, hacer política por su cuenta. @jorgegalindo.

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Sobre la firma

Jorge Galindo
Es analista colaborador en EL PAÍS, doctor en sociología por la Universidad de Ginebra con un doble master en Políticas Públicas por la Central European University y la Erasmus University de Rotterdam. Es coautor de los libros ‘El muro invisible’ (2017) y ‘La urna rota’ (2014), y forma parte de EsadeEcPol (Esade Center for Economic Policy).

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