Shirley MacLaine: “La situación en la que pusieron a mi hermanito fue terrible”
La actriz recuerda cómo vivió el momento en el que Warren Beatty protagonizó el error de los Oscar
Shirley MacLaine sigue horrorizada con los Oscar. “No me gusta lo que pasó. Terrible”, asegura todavía con los puños en el pecho como cuando quedó claro que la estatuilla a mejor película correspondía a Moonlight y no a La ciudad de las estrellas. “Sigo procesándolo. Por eso prefiero no hablar más”, añade. Pero cuando se tienen 82 años (o 250.000, como dijo en la ceremonia) y una carrera con películas como El apartamento (1960), Irma la dulce (1963) o La fuerza del cariño (1983), por la que se llevó el Oscar, nada la va a callar. “Tenían que haber reaccionado antes. La situación en la que pusieron a mi hermanito fue terrible. Imagínate”, añade dolida. Habla, por supuesto, de Warren Beatty, tres años menor que ella.
No todo fue malo en la ceremonia. La actriz puso a la sala en pie cuando presentó junto a Charlize Theron el Oscar a la mejor película en lengua no inglesa. “Y me reí mucho cuando Matt Damon le puso la zancadilla a Jimmy Kimmel. Se podía haber dado de bruces. Lo hizo a mi lado y hace tiempo que no me reía tanto”, describe sobre esas pequeñas tonterías que le hacen gracia en medio de un humor cada vez más cínico. “Estoy segura de que a la gente le gusta lo auténtica que soy”, aseguraba en la entrevista que mantuvo la semana pasada con EL PAÍS.
Por eso mismo, MacLaine no tiene pelos en la lengua al insistir sobre lo mal que acabó la velada. “Soy muy protectora con mi hermano”, recalca. Si hay un consejo que tiene a mano es este: “Estate más atento de lo que te crees”. Ella lo está. Todo a su alrededor ocurre bajo su supervisión, vistiendo lo que quiere sin estilista y atenta a cada detalle para que oculte lo que no quiere mostrar. O posando solo del lado izquierdo para que la luz natural bañe el derecho. Hasta su incasable simpatía y verborrea está controlada —conocidas son sus míticas peleas en Hollywood—. De ahí que lo mejor que se le ocurre recomendarle a cualquiera, incluso a su hermano, es que esté atento en todo momento. “Quizá porque nací en los años treinta, en una década que no me pertenecía, crecí mirando al futuro, pero a sabiendas de que tenía que estar encima del momento en el que vivo. Siempre”, reconoce. Por ejemplo, su madre le dijo eso de que las mujeres estaban para agradar a los hombres. No le creyó: “Supe quien soy desde el primer día”.
También lo supo Alfred Hitchcock cuando le ofreció su primer papel. O ese trío que formaban Frank Sinatra, Dean Martin y Sammy Davis Jr. cuando la incluyeron como la única mujer de su Rat-Pack. “No lo hubo más divertido que Dean”, recuerda antes de destacar de Sinatra “su talento y su gran corazón”. Sin embargo, dice que su estilo de hombre siempre fue más “un John Wayne o un Robert Mitchum, gente que ya no se sabe ni quién son”, agrega sarcástica.
Aunque estos días presenta su última película, The Last Word, MacLaine está cada vez más desvinculada de Hollywood. “El 95% del tiempo me lo paso respondiendo preguntas metafísicas, no del Rat-Pack”, se ríe. Ferviente creyente en la reencarnación, recomienda a todos hacer el camino de Santiago, como ella ya ha hecho varias veces, para estar “en contacto con su alineación espiritual”. Los años, dice, le han dado de todo: sabiduría, dolor, comprensión y amor. También dinero y fama. Lo que no le han dado son remordimientos. La razón es clara: “De todo lo difícil, de lo que me ha hecho daño, he aprendido algo. ¿Cómo voy a lamentar lo que he aprendido?”. Lo que más aprecia hoy es la soledad en su rancho de Santa Fe. El resto, no es más que teatro. “Ahí nos pasamos el día interpretando nuestro papel y preocupados de gustarle a los demás, a nuestra audiencia. Por eso más vale que domines tu papel. Y yo lo domino”, remata.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.