Horror vacui
La estación es hoy una metáfora de la Administración española en la que van entrando los empleados como las tortugas, al tiempo que crece la jungla amenazadora
A los pocos meses de inaugurada, me acerqué a la estación de Atocha para ver el espacio recreado por Rafael Moneo. El interior de estos enormes templos de la ingeniería romántica suele tener la grandeza de una catedral. Moneo había levantado un jardín botánico en el suelo de las antiguas vías y andenes. Desde 1992 lo verde ha ido creciendo como un saurio en su cueva y lo que antes fue un bello recuerdo de los umbráculos es ahora una tupida jungla. Junto a ella, en un estanque oleoso, hay tal acumulación de tortugas que parece una cubierta de plomo jadeante. Los pobres quelonios, sin nada mejor que hacer, se han reproducido con tozudez, a lo que se añade el buen corazón de los madrileños que han volcado en el estanque todo bicho acuático que sobrara en casa. La imagen de la pirámide de tortugas junto a la jungla es Indochina.
A lo largo de los años y a medida que crecía la jungla tropical también se iban abriendo chiringuitos, quioscos, garitas y sombrajos, hasta ocupar la totalidad de la planta. Hay ahora una tropa de restaurantes exóticos y castizos, más los bares, tabernas, cafeterías, expendeduría de tabacos, chuches, recuerdos para el niño y la niña, recambios de automóvil, parafarmacia, utilería equina, catálogos de pesca y caza, agencias de viajes y últimamente un servicio de auxilio al cliente que llega agotado y turulato a la rampa de trenes.
La estación es hoy una metáfora de la Administración española en la que van entrando los empleados como las tortugas, al tiempo que crece la jungla amenazadora. Allí estamos, apelotonados los unos sobre los otros y rodeados de alegres chiringuitos. Cuando llega el turista, alza la mirada hacia la verdura colosal y un zoco africano se abalanza sobre él y lo devora.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.