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Columna
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Horror vacui

La estación es hoy una metáfora de la Administración española en la que van entrando los empleados como las tortugas, al tiempo que crece la jungla amenazadora

Félix de Azúa
Jardín tropical de la Estación de Atocha.
Jardín tropical de la Estación de Atocha. © Uly Martín

A los pocos meses de inaugurada, me acerqué a la estación de Atocha para ver el espacio recreado por Rafael Moneo. El interior de estos enormes templos de la ingeniería romántica suele tener la grandeza de una catedral. Moneo había levantado un jardín botánico en el suelo de las antiguas vías y andenes. Desde 1992 lo verde ha ido creciendo como un saurio en su cueva y lo que antes fue un bello recuerdo de los umbráculos es ahora una tupida jungla. Junto a ella, en un estanque oleoso, hay tal acumulación de tortugas que parece una cubierta de plomo jadeante. Los pobres quelonios, sin nada mejor que hacer, se han reproducido con tozudez, a lo que se añade el buen corazón de los madrileños que han volcado en el estanque todo bicho acuático que sobrara en casa. La imagen de la pirámide de tortugas junto a la jungla es Indochina.

A lo largo de los años y a medida que crecía la jungla tropical también se iban abriendo chiringuitos, quioscos, garitas y sombrajos, hasta ocupar la totalidad de la planta. Hay ahora una tropa de restaurantes exóticos y castizos, más los bares, tabernas, cafeterías, expendeduría de tabacos, chuches, recuerdos para el niño y la niña, recambios de automóvil, parafarmacia, utilería equina, catálogos de pesca y caza, agencias de viajes y últimamente un servicio de auxilio al cliente que llega agotado y turulato a la rampa de trenes.

La estación es hoy una metáfora de la Administración española en la que van entrando los empleados como las tortugas, al tiempo que crece la jungla amenazadora. Allí estamos, apelotonados los unos sobre los otros y rodeados de alegres chiringuitos. Cuando llega el turista, alza la mirada hacia la verdura colosal y un zoco africano se abalanza sobre él y lo devora.

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Sobre la firma

Félix de Azúa
Nació en Barcelona en 1944. Doctor en Filosofía y catedrático de Estética, es colaborador habitual del diario El País. Escritor experto en todos los géneros, su obra se caracteriza por un notable sentido del humor y una profunda capacidad de análisis. En junio de 2015, fue elegido miembro de la Real Academia Española para ocupar el sillón "H".

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