Johnny Depp y la ruina de ser famoso
El actor es solo el último de una larga lista de artistas, raperos y deportistas en bancarrota por su descontrolado ritmo de vida
Cuanto más tienes, más quieres. Y más necesitas. Esa parece ser la máxima por la que se rigen algunas estrellas de Hollywood y algunas de las fortunas de la industria del entretenimiento. El último en sufrir por su propio tren de vida ha sido Johnny Depp. El que fuera uno de los actores más taquilleros es, desde hace un par de años, uno de los menos rentables, pero, según sus exasesores financieros, ni los fracasos en taquilla ni su caro y mediático divorcio le invitaron a reducir gastos. Al contrario, Depp mantuvo unos dispendios repartidos entre sus múltiples propiedades y caprichos de 1,8 millones de euros mensuales.
Aunque aún no se ha declarado oficialmente en bancarrota, ver cómo se deshace de algunas de sus 14 propiedades e incluso ha despedido a su mánager de los últimos 30 años por las altas comisiones que le pagaba, hace pensar que Depp va a seguir el camino de otros actores, como David Hasselhoff recientemente; o Nicolas Cage, quien en 2009 estuvo a punto de la quiebra después de que Hacienda le reclamara más de seis millones en impuestos.
Como le ha pasado a Depp, cuando aquella deuda se hizo pública salió a flote el extravagante ritmo de gasto de Cage: siete millones de dólares en islas, 20 millones en yates, casi cuatro en una casa encantada, otros tantos en un antiguo burdel y hasta más de 600.000 dólares en una cabeza de tiranosaurio Rex que le ganó a DiCaprio en una subasta y tuvo que acabar devolviendo porque era robada. Sin entrar a valorar su calidad como actor, por algo Nicolas Cage se ha dedicado a hacer películas a destajo en los últimos siete años: demasiadas deudas y muchos caprichos que mantener.
Lo mismo le ocurrió a Pamela Anderson o a Wesley Snipes. El fisco fue a por ellos y tuvieron que declararse en bancarrota. La diferencia es que el último llegó a pasar por la cárcel por la alta cantidad de impuestos que debía (más de 12 millones).
Mike Tyson fue otro de los casos más sonados a principios del siglo XXI. Después de haber ganado más de 400 millones de dólares a lo largo de su carrera, en 2003 el boxeador reconoció estar arruinado y tener una deuda de más de 23 millones entre impuestos que debía y su caro divorcio. Porque, al parecer, este no es solo un problema entre las celebrities del cine, sino que es un clásico en el mundo del deporte. Estrellas que se han embolsado millones mientras estaban en activo al poco de retirarse se declaran en bancarrota. Según un estudio de Sports Illustrated de 2016, les ocurre a un 78% de los jugadores de fútbol americano profesional.
La música también es uno de los sectores en los que más famosos se confiesan arruinados. Y entre los raperos es especialmente habitual. Solo el año pasado 50 Cent, Tyga, Nelly, Swiss Bitz y Kanye West reconocieron que tenían más deudas que ingresos. Los primeros se declararon en bancarrota, al último le rescató su mujer, Kim Kardashian. Pero todos llegaron a ese punto por lo mismo: un tren de vida que sus discos y conciertos no podían mantener.
Hay muy pocos entre los famosos arruinados que hayan llegado a esa situación por su propio trabajo. Le pasó a Lady Gaga en 2009 cuando invirtió los tres millones que le quedaban en el banco para el escenario del Monsters Ball Tour. Era su órdago para conseguir firmar el contrato millonario que la convirtiera en la estrella que ha demostrado ser en la pasada Super Bowl. Lo mismo le ocurrió a Francis Ford Coppola, quien, a diferencia de su sobrino Nicolas Cage, se declaró en bancarrota en 1992 porque tuvo una mala corazonada después de invertir 27 millones en una película.
Pero ¿se arruinan realmente? En parte, sí. En parte, no. La legislación americana les favorece si se declaran en bancarrota y son una marca conocida que aún puede ganar dinero. Como le pasará a Johnny Depp, y como le ha pasado a Donald Trump, quien se declaró en quiebra cuatro veces.
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