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Luke Bracey, de cabalgar las olas a surfear la fama

Tras ser uno de los protagonistas de la última película de Mel Gibson, el galán ha seducido a la industria de la moda

Luke Bracey, la semana pasada en Madrid.
Luke Bracey, la semana pasada en Madrid.carlos rosillo
Elisabet Sans

De Luke Bracey se encuentra más información buceando por Internet que en Imdb, el portal de datos cinematográficos por excelencia. Pero eso puede empezar a cambiar: 2017 va más que bien para el actor. Él es uno de los protagonistas de Hasta el último hombre, película de Mel Gibson que opta a seis Oscars, y se acaba de convertir en imagen del perfume Ralph Lauren Polo Red Extreme. ¿Firmar un contrato con una de las firmas más icónicas de la industria de la moda es señal de que su carrera va por el buen camino? “Absolutamente. Es una relación simbiótica. Que mis películas vayan bien me ha llevado a hacer esto, y esto puede empujar mi carrera de actor”, aseguraba la semana pasada durante su visita fugaz a Madrid para presentar la campaña, fotografiada por el reconocido Bruce Weber.

Nacido en Sídney en 1989, de niño surfeaba, quería ser jugador de rugby profesional y también constructor —esto último para tener “un trabajo de verdad”—. Pero un golpe de suerte hizo que su futuro pasara de un trabajo en la construcción junto a su padre a vivir en la meca del cine. Su primera oportunidad se la dio el padre de un compañero de instituto y de equipo de rugby, que era un importante productor de la televisión australiana. En 2009 conseguía un papel en la serie Home and Away. “El primer día estaba muy, muy, nervioso. El segundo, empecé a entenderlo todo un poco más. Y el tercero simplemente me encantó. ¡Y encima me pagaban por trabajar!”, recuerda de sus inicios. Dos años después rodaba su primera película, Monte Carlo, con la ya famosa Selena Gomez, y desde entonces ha fijado su residencia en Los Ángeles y tiene ocho filmes más en su currículo.

Él trata de volver una vez al año a su país natal, “para tener un chute de realidad y que sus amigos se vuelvan a reír de mí”. En cualquier caso, siempre lo tiene presente en el tatuaje de un amanecer en Sídney en su antebrazo derecho. Bracey lleva el tiempo suficiente en la industria del cine como para, por ejemplo, apoyar sin tapujos las reclamaciones de igualdad salarial de sus colegas femeninas de profesión. “Se están moviendo las cosas para que haya más diversidad en Hollywood, y no solo con respecto a las mujeres, también con otras razas. Es algo muy bueno que se haya producido ese debate”, añade. Hay una cosa que él comparte con las actrices: la presión por el físico: “He hecho un par de películas en las que me tuve que quitar la camiseta. Y la descripción del personaje en el guion era la de un chico joven, guapo, atlético… Así que te tienes que poner en forma. Pero intento no quedarme atrapado en la parte estética de eso, sino en que es una forma de mantenerme sano”.

Luke Bracey y la actriz Leighton Meester, en el rodaje de 'monte Carlos' (2011).
Luke Bracey y la actriz Leighton Meester, en el rodaje de 'monte Carlos' (2011).cordon press

Su popularidad todavía no ha estallado, aunque ya ha experimentado un par de píldoras de lo que es la fama. En 2011 saltó a los tabloides como el supuesto novio de Selena Gomez —“Lo último que deberías creer es algo que leas en Internet”— y su cuenta de Instagram tiene casi 63.000 seguidores a pesar de que solo ha publicado 10 imágenes, todas de trabajo, en dos años. Lo único que le da miedo de la industria es la fama que puede acarrear tener algo de éxito. “He pasado el verano moviéndome por Europa, y cuando se lo dije a mi agente me dijo: ‘Sí, hazlo ahora mientras puedas’. La frase me golpeó, que él no crea que pueda caminar por la calle en un par de años. Pero si pasa lo voy a poder llevar, tengo una vida muy sencilla y no necesito taparme con gorra y gafas o ir a comer a Beverly Hills todos los días”. Él no cree, ni quiere creer, que ser actor signifique que su vida ya no sea privada.

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Sobre la firma

Elisabet Sans
Responsable del suplemento El Viajero, ha desarrollado la mayor parte de su carrera en EL PAÍS. Antes trabajó en secciones como El País Semanal, el suplemento Revista Sábado y en Gente y Estilo. Es licenciada en Periodismo por la Universidad Ramón Llull de Barcelona y máster de Periodismo EL PAÍS.

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