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MIRADOR
Columna
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‘Merchandising’

Fundamentalismos también los hay entre los cristianos, sólo que en nuestro caso tienen que ver con la economía

Julio Llamazares
Alex Thursby CEO del NBAD; Florentino Pérez, presidente del Real Madrid y Abdulla Al Otaiba, director ejecutivo de Banaca Consumo del NBAD, durante la firma de acuerdo entre el Real Madrid y el Banco Nacional de Abu Dhabi (NBAD)
Alex Thursby CEO del NBAD; Florentino Pérez, presidente del Real Madrid y Abdulla Al Otaiba, director ejecutivo de Banaca Consumo del NBAD, durante la firma de acuerdo entre el Real Madrid y el Banco Nacional de Abu Dhabi (NBAD) CORDON PRESS / JUAN CARLOS ROJAS

Estos son mis principios; si no le gustan, los cambio”, decía Groucho Marx en alguna de sus películas. Y es lo que acaba de hacer el Real Madrid Club de Fútbol para poder vender camisetas y otros productos de su merchandisingen los países islámicos quitando “para no ofender” (sic) la pequeña cruz que corona el escudo de la institución. Antes ya lo había hecho el eterno rival con el suyo, del que hizo desaparecer la cruz de San Jorge, nada más y nada menos, con lo que significa para Cataluña. Ninguno de los dos le podrá acusar al otro de traicionar sus principios, porque en esto están a la par.

Que el negocio es el negocio todos lo sabemos, pero también que los símbolos cuentan, para los seguidores del deporte al menos. En el Atlético de Madrid, sin ir más lejos, se acaba de producir una pequeña revolución de sus seguidores por la decisión de su directiva de modificar levemente el escudo del club. Y eso que no llegaron a quitar el madroño y el oso que campean sobre él. Pero la decisión del Real Madrid, como antes la del Barcelona, es mucho más trascendente, pues la cruz es un símbolo religioso. Que su ocultación se haga por intereses económicos y por clubes que se manifiestan cristianos (si no, de qué iban a haber adoptado su principal símbolo como propio) acentúa la gravedad de una decisión que en el sentido contrario —de los países islámicos hacia los cristianos— jamás se daría. ¿O es que alguien se imagina que los equipos de fútbol de los países musulmanes pudieran quitar las medias lunas características de su fe de sus escudos para no ofendernos a los infieles y poder vendernos más camisetas?

La cuestión tiene su miga, pues estamos hablando de esos principios que Groucho Marx estaba dispuesto a cambiar si le interesaba, pero que uno creía intocables entre las personas serias. Que clubes como el Barcelona, que presume de ser más que eso y de llevar la cruz de San Jorge en su corazón, o como el monárquico Real Madrid (¿quitará también la corona real para vender más productos de merchandising en los países con un sistema republicano?) supriman sus símbolos de un plumazo para poder ganar más dinero indica hasta qué punto la decadencia de Occidente es cierta y, al revés, la superioridad moral de culturas como la musulmana es cada vez más notoria, al margen de sus fundamentalismos. Fundamentalismos también los hay entre los cristianos, sólo que en nuestro caso tienen que ver con la economía, que es la única religión que nos queda, abandonadas ya todas las demás, incluidas las ideológicas, que sólo estorban al enriquecimiento.

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