#JeSuisCharlie
‘Tolerar’ apunta a una idea de democracia fuerte: quien tolera tiene convicciones profundas
Sucedió un 7 de enero hace dos años, cuando Francia se despertaba con la presentación de la novela Sumisión, de Houellebecq: otro relato de política ficcionada, teorías conspirativas y antiideales traducido en poderosas imágenes narrativas. Fue una ironía del destino, pues dos horas después la distopía se encarnó en el fusilamiento de la redacción de Charlie Hebdo. Espontáneamente, el hashtag #JeSuisCharlie da la vuelta al mundo gracias al poder viral de Internet: un ejercicio de autoafirmación de nuestra subjetividad globalizada.
A los pocos días, ese sujeto colectivo virtual salta a la arena real a través de una de las manifestaciones más multitudinarias de la historia europea. Esa turbulencia política fue un ejemplo de acción colectiva on-off que mostraba una nueva ciudadanía abstracta y la frontera porosa entre sujeto e internauta. Pero además, situó en el debate público un dilema profundo: ser o no ser Charlie.
Si “Charlie” se refería a los valores de una comunidad política, como la libertad de expresión o la tolerancia, ¿cómo explicar la reacción de una parte de la juventud de los barrios populares parisienses procedentes de la inmigración? ¿Llevar la broma al extremo nos condena a bordear la cultura del odio? ¿Acaso la exigencia de corrección política no se había establecido como garantía de respeto hacia grupos catalogados como débiles o de identidades excluidas?
Evitar mensajes humillantes parecía una pieza más en nuestra idea de tolerancia. Pero “Charlie” nos recordaba que el sentido de la tolerancia es político antes que moral, que implica una cierta falta de respeto y que, si no nos sintiéramos ofendidos, no podríamos ser tolerantes. Tolerar apunta a una idea de democracia fuerte: quien tolera tiene convicciones profundas, y quien sabe tolerar admite que su opinión está sujeta a discusión y no degenerará en dogma o prejuicio. Por eso Stuart Mill pensaba que, si no hubiera auténticos disidentes, tendríamos que inventar argumentos contra nosotros mismos, para “no caer en el profundo sueño de la opinión categórica”. Después del fusilamiento de los humoristas de Charlie nos hemos quedamos un poco más huérfanos de esa imaginación.@MariamMartinezB
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.