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Porque lo digo yo
Columna
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Cositas brillantes

Ryan Gosling y Emma Stone están arrasando con una historia de las de antes: llena de amor, sueños, canciones, y personajes que de repente dejan lo que están haciendo y se ponen a bailar

Fotograma de 'La ciudad de las estrellas'.
Fotograma de 'La ciudad de las estrellas'.Dale Robinette (AP)

"¿Papá, para qué sirven las canciones?" Pregunta un niño en una novela de Hanif Kureishi. Y la respuesta del padre es conmovedora: "Para que seas feliz aunque sea por unos minutos".

En estas fechas, las pantallas españolas se llenan de canciones. Primero fue la animada Sing (¡Canta!). Y esta semana llega La ciudad de las estrellas (La la Land) que ya ha cosechado el aplauso de la crítica global y una lluvia de premios, entre ellos el histórico récord de siete Globos de Oro. Ryan Gosling y Emma Stone están arrasando con una historia de las de antes: llena de amor, sueños, canciones, y personajes que de repente dejan lo que están haciendo y se ponen a bailar.

No quiero aguar la fiesta, pero los musicales van bien cuando todo va mal. La edad de oro del género, la de Sombrero de copa o En alas de la danza, fue precisamente la más triste del siglo XX: los años 30, que comienza con la Gran Depresión, alumbra el nazismo y termina con la Guerra Mundial. Si Fred Astaire y Ginger Rogers zapateaban tanto en la pantalla era para ocultar el ruido de las protestas sociales y las botas militares. Por cierto, esa década de crisis económica que empobrece a las clases medias hasta volverlas rabiosamente nacionalistas, ¿no comparte un aire de familia con el Occidente de hoy?

A veces necesitamos ver cositas brillantes, bailes espontáneos, en suma, irrealidad. Y nada más irreal que unos personajes que se ponen a cantar mientras hacen cola en la panadería. Conviene ver Sing o La la Land y disfrutarlas mucho, porque cuando salgamos del cine, el mundo ya no será tan bonito.

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