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CLAVES
Columna
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Al fondo, la política

Durante el 2016 de lo que más se ha hablado ha sido de los partidos. Y lo mismo puede ocurrir este año

Sandra León
Mariano Rajoy con Rafael Hernando y José Antonio Bermúdez de Castro.
Mariano Rajoy con Rafael Hernando y José Antonio Bermúdez de Castro. Uly Martín

En España se empezó a hablar de la “crisis de representación política” cuando el funcionamiento de la democracia se convirtió en el centro de las protestas sociales y del malestar ciudadano. La crítica al sistema se cebó en los partidos políticos y sus representantes, considerados como uno de los principales problemas del país. La llamada democracia de partidos pasó a considerarse una partitocracia, los huérfanos políticos se multiplicaron y a su desamparo acudieron nuevos partidos.

¿Dónde queda hoy la crisis de representación? Sus causas e indicadores han sido fáciles de analizar, pero resulta complicado describir (si es que lo tiene) un colofón para un proceso que empezó hace más de un lustro. Ciertamente el sistema de partidos se ha transformado, pero los partidos ni han ganado popularidad ni han rebajado su protagonismo. Al contrario, durante el 2016 se ha hablado más de partidos que de política. Y lo mismo puede ocurrir este año.

Los partidos protagonizaron el 2016 esencialmente mirando “hacia fuera”: buscando votantes, intentando alianzas o imponiendo vetos. El 2017 puede ser el año de partidos que miran “hacia dentro” para construir liderazgos, renovarse, diseñar la estrategia, o fortalecer su aparato territorial. Lo hará Podemos en Vistalegre II, el PP en su congreso nacional, el PSOE cuando convoque el suyo y Ciudadanos en la expansión organizativa y territorial que necesita para consolidarse.

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El problema es que las vicisitudes organizativas y estratégicas de los partidos ralentizan la política, relegándola a un segundo plano. Cuando el líder de una formación es cuestionado o cuando no hay consenso programático, la interlocución con el resto de actores es más inestable o imprevisible, lo que dificulta los acuerdos. Los partidos que se vuelcan en sí mismos pueden hacer poca política, aunque se necesite mucha para revertir la pobreza, la desigualdad, la precariedad o la cuestión territorial.

La crisis de representación también iba de cambiar las políticas, no solo sus actores. Tocará seguir esperando si el 2017 vuelve a ser un año de partidos y, al fondo, queda la política. @sandraleon_

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