_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Antisistema

No se avanza sin una multitud alborotada protestando por algo que dentro de cinco años considerará normal

Manuel Jabois
La Gran Vía de Madrid tras el cierre del centro de la ciudad al tráfico privado.
La Gran Vía de Madrid tras el cierre del centro de la ciudad al tráfico privado.Claudio Álvarez
Más información
Anti-system

Cuando Ahora Madrid empezó a gobernar en una misteriosa ciudad española recordé lo ocurrido en mi tierra años antes, cuando el BNG de Pontevedra hizo lo propio en otra misteriosa ciudad gallega. Había muchas similitudes en la reacción de quienes creían que los Ayuntamientos, como los países, deben ser gobernados siempre por los mismos. Incluso por los mismos que no gustan, que es la esencia de lo institucional: tolerar al adversario por ser algo reconocible, a veces hasta propio.

Por eso Zapatero, cuando hizo algo tan arriesgado como cumplir una promesa en 24 horas (retirada de tropas), crear una ley para acoplarla a la sociedad (matrimonio homosexual) y reabrir un asunto tan delicado como la negociación con ETA, fue tachado de presidente ilegítimo y su primera legislatura fue considerada poco menos que una victoria terrorista, bien de Al Qaeda o de ETA, según el grado de perturbación de sus adversarios.

Zapatero había traicionado a España y había traicionado a los muertos (esto lo dijo Rajoy en el Parlamento; como no llevaba vaqueros se olvidó pronto: ciertos asuntos se resuelven con sastre). En realidad lo que Zapatero había hecho era traicionar una atmósfera de parálisis institucional que se prolongaba desde la Transición. Prueba de ello es que ni tocando a la autoproclamada “familia tradicional” ni el terrorismo etarra provocó tanta revuelta —también entre los suyos— como apelando a la reparación histórica de las víctimas de la Guerra Civil.

Zapatero no fue un bárbaro, pero coqueteó. Bárbaros se considera a los que llegan de latitudes ideológicas en las que sobreviven sin desbravar, no reconocibles en un partido homologado institucionalmente. De ahí que cuando Carmena llegó a la alcaldía pensase en Fernández Lores, alcalde de Pontevedra. Su historia está resumida en este periódico (Después de los bárbaros, 26-05-2015). El texto acababa con boutade: en Madrid pasaría como en Pontevedra, donde después del fin del mundo lo que hicieron los comunistas suicidas fue ponerse a peatonalizarlo.

Si algo enseña la historia es que el progreso es escandaloso: no se avanza sin una multitud alborotada protestando por algo que dentro de cinco años considerará normal. Si algún día se toma la medida más lógica que se puede tomar hoy en Madrid —peatonalizar la Gran Vía de arriba abajo— asistiremos a los funerales del comercio, del turismo (“no se puede entrar”, se quejaba Rajoy de Pontevedra) y de Occidente si nadie le pone remedio. Uno se acostumbra tanto y tan bien a ver el centro de su ciudad lleno de coches que de repente lo antisistema es verlo lleno de gente. Y así en la calle como en la ley.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Manuel Jabois
Es de Sanxenxo (Pontevedra) y aprendió el oficio de escribir en el periodismo local gracias a Diario de Pontevedra. Ha trabajado en El Mundo y Onda Cero. Colabora a diario en la Cadena Ser. Su última novela es 'Mirafiori' (2023). En EL PAÍS firma reportajes, crónicas, entrevistas y columnas.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_