Leer y beber; chicas, chicos y viceversa
Las chicas de Emma Cline; los chicos de Juan Avellaneda y más chicos y chicas
Las chicas de Emma Cline
Repugnan y, a la vez, fascinan. A veces somos ellas, otras, no. Las chicas —adolescentes, jóvenes, inteligentes, perdidas, explotadas— son las protagonistas de uno de los fenómenos literarios más recientes, el libro de la joven Emma Cline: 27 añitos y dos millones de dólares de adelanto por esta, su primera novela. Una lectura incómoda por lo que tiene de mirada certera sobre todas las adolescencias y, más todavía, por su fuente de inspiración: la secta de Charles Manson.
Los chicos de Juan Avellaneda
Son fascinantes y nada repugnantes, al contrario que las chicas de Emma Cline. El diseñador afincado en Barcelona se deja ver en Madrid, y cómo. Sus casi dos metros de estatura destacan por sí solos, tanto como sus creaciones de moda para chicos, codiciadas por chicas como la modelo Nieves Álvarez. Ella dio el golpe con uno de sus esmóquines. Él, Juan Avellaneda, refinado y elegante, también se suma a la tendencia del unisex y luce, espléndido, broche femenino en la solapa. Cuando se trata de moda no hay ni chicas ni chicos.
Y más chicos y chicas
De la mano de la escritora y académica Soledad Puértolas, Chicos y chicas es también el título de su libro más reciente, 11 cuentos que son como un Lo que el ojo no ve de la literatura. Emociones soterradas, amores y no dichos de los que pueblan nuestras vidas de cada día.
Fuera de los libros, los chicos y las chicas llenan de elipsis las pantallas de sus teléfonos móviles, y sus relaciones presenciales, cuando se encuentran cara a cara, las rellenan de alcohol. ¿No tenemos para ofrecerles otro espacio que el de las copas? Beben cada vez más jóvenes; de nada sirve prohibir publicidades y su entrada a los locales. Beber (y mucho) es tendencia entre los chicos y entre las chicas. Sobre esta moda, y su porqué, necesitamos una reflexión.
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