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La paradoja y el estilo
Columna
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Cuatro fiestas y un funeral

Madrid puede ser una ciudad donde la vida es tumultuosa y la muerte un desamparo.

De izquierda a derecha: Boris Izaguirre, el doctor Bonaventura Clotet, Belén Rueda y Miguel Bosé, en la Gala Sida el pasado martes en Madrid.
De izquierda a derecha: Boris Izaguirre, el doctor Bonaventura Clotet, Belén Rueda y Miguel Bosé, en la Gala Sida el pasado martes en Madrid. JORGE ANDREU / BERNARDO PAZ
Boris Izaguirre

Madrid es una fiesta sin fin, así lo he comprobado esta semana, agitándome entre salones de academias, estrenos de cine, recepciones en embajadas y cenas en casas vecinas a la Zarzuela. Y, de repente, en medio de todo, la muerte de Rita Barberá, inesperada y solitaria en una habitación de hotel. Igual que Bacon, el pintor inglés, que murió en otro hotel cerca del Prado. Madrid puede ser una ciudad donde la vida es tumultuosa y la muerte un desamparo.

Mi primera reacción ante el fallecimiento de la exalcaldesa de Valencia fue recordar que en España la muerte santifica. Forma parte de nuestra educación ver la muerte de esa manera. Y, en efecto, los gestos y palabras de homenaje empezaron a crecer y a eclipsar lo demás. El Partido Popular en su bipolaridad ensalzó de todas las maneras posibles a quien habían expulsado de sus filas. En ese sentido, la muerte de Barberá tiene un significado enorme: es probable que Rajoy haya conseguido su segunda legislatura al aceptar su salida del partido y que ahora desde el cielo será ella, la repudiada, quien mejor le ampare en su nuevo gobierno.

Pero en Madrid la fiesta continua. El Día de Acción de Gracias es igual a la Navidad para los estadounidenses y la capital empieza a celebrarla con su característica soltura cambiando los pavos por capones o pulardas, que es un ave que gusta mucho a las anfitrionas porque es más jugosita y menos aparatosa. En la Gala Sida, capitaneada por Miguel Bosé, había tanta electricidad por ser la primera vez que se celebraba en la capital que se fue la luz en la cocina donde terminaban la cena. Y la pularda, indecisa, se retrasó. La gala recaudó más de un millón de euros, en una ciudad que es solidaria pero también pesetera. Fue un éxito. Y también hubo cobra. Laura Sánchez retransmitía en streaming la alfombra roja y cuando le preguntó a Carmen Lomana algo sobre los ochenta, Carmen congeló su rostro, los ochenta quedan muy atrás, hasta que Sánchez aclaró que hablaba sobre los orígenes de la enfermedad.

Mario Vargas Llosa e Isabel Preysler, en la fiesta de 'Vanity Fair' por motivo de su número 100, el pasado martes en Madrid.
Mario Vargas Llosa e Isabel Preysler, en la fiesta de 'Vanity Fair' por motivo de su número 100, el pasado martes en Madrid.gtresonline

Sí, hemos vivido mucho. Es lo que expone el fotógrafo Jonathan Becker en su brillante colección de retratos de personajes del siglo XX. La exposición se inauguró durante la cena de gala de Vanity Fair por su número 100 en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, donde se conservan las placas originales de Los Caprichos de Goya. A Becker le fascina, como dijo en perfecto y pausado español, estar en esa compañía. A Goya quizás le habría provocado similar fascinación retratar a algunos invitados. La mesa más observada reunió a Isabel Preysler y a Mario Vargas Llosa con Carolina y Reinaldo Herrera. Y con ellos, Paolo Vasile, el señor Telecinco, que siendo italiano es probablemente la persona que más retrate e influya en la vida de los españoles. “Vas de fiesta en fiesta”, me dijo Vasile. “¿No te cansas?”. “No”, le respondí, porque siempre me sorprende algo o alguien, como, por ejemplo, encontrarme dentro de una Academia de Arte, rodeado de fantásticas reproducciones de esculturas de otro tiempo (El David, la Venus de Milo, Laocoonte) mientras a mi lado cenan protagonistas de mi tiempo.

No podíamos imaginar que esa misma noche sería la última de Rita. Seguimos vivos y la vida continua. Brad Pitt acudió al estreno de Aliados y posó sin permitir ninguna pregunta. La que sí habló fue Lucía Bosé cuando inauguró una exposición de sus obras, que mezclan el collage y el humor, en el Cock, un mítico bar que acogió la movida pero fue también el lugar de escarceo discreto durante el franquismo. “Entrábamos por Chicote”, explicaba Lucía, haciendo referencia al bar que agasajaba a Dominguín, Ava Gardner y los príncipes de Mónaco, “pero luego veníamos al Cock por una puerta falsa. Y aquí pasaba de todo, sin ser noticia”.

Algunas noticias, como la de una muerte, deseas por un instante que sean falsas. Para evitar noticias falsas en las redes habrá legislación verdadera, de esto se hablaba en la última cena de Thanksgiving de los embajadores norteamericanos. Que las redes mandan mucho se comprobó con el Brexit y el triunfo de Trump, noticias reales que habríamos preferido fuesen falsas. Pero publicar lo que es cierto-cierto supone un camino difícil-difícil, que pasa por asumir que ya no existe frontera o muro entre la verdad, la noticia y el entretenimiento.

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