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Donde duermen los niños Cientos de miles de niños han escapado de los desastres de la guerra en Siria desde su estallido, hace cinco años. En los campos de refugiados, en las calles, en centros de acogida, el drama se recrudece al caer la noche. Abdul Karim, de 17 años. Llegó a Atenas en ferri y se ha quedado sin dinero. Duerme en la plaza de Omonia, adonde acuden cada día cientos de refugiados y por donde planean las mafias. Él no puede continuar el viaje, pero cuando habla por teléfono con su madre, en Siria, no se lo cuenta. No quiere preocuparla más. Ralia, de 7 años, y Rahaf, de 13. Las dos niñas viven en las calles de Beirut, en Líbano. Son de Damasco, donde la explosión de una granada mató a su madre y a su hermano. Llevan un año durmiendo al raso sobre cartones con su padre. Rahaf dice que le dan miedo “los chicos malos”, y Ralia se pone a llorar. Amir, de 20 meses. Nació como refugiado, y su madre, Shahana, cree que sufrió un trauma durante el embarazo porque no habla “ni una palabra”. Viven en una tienda de campaña, en un campamento en Líbano. No tiene juguetes, pero se entretiene con cualquier cosa. “Se ríe mucho”, dice la madre. Walaa, de 5 años. En Alepo, ella tenía su propia habitación, cuenta en el campo de refugiados de Dar-el-Ias, en Líbano. Allí nunca lloraba a la hora de ir a dormir y aquí lo hace en cuanto apoya la cabeza en la almohada. Los ataques eran de noche. De día, su madre trata de enseñarle que no hay nada que temer. Mohammed, de 13 años. En Alepo, solía ir a pasear para ver edificios. Ahora están todos destruidos. Ama la arquitectura y se pregunta, desde la cama de un hospital en Nizip, en Turquía, si logrará su sueño de dedicarse a ella. “Lo más raro de la guerra es que te acostumbras a tener miedo”, dice. “Nunca lo hubiera creído”. AFP PHOTO / DANIEL LEAL-OLIVAS Ahlam, de 8 años. Echa de menos a sus muñecas y la cama que dejó en Alepo. Junto a su familia, fue rescatada al tratar de llegar a Grecia por mar en una barcaza que naufragó llena de refugiados. Tras un largo viaje por Europa, está en Leipzig (Alemania), en un viejo edificio a las afueras. De mayor quiere ser policía. AFP PHOTO / DANIEL LEAL-OLIVAS