¡Que echen a todos los inmigrantes menos al mío!
El autor reflexiona sobre la necesidad de trabajadores extranjeros en un país como España
Doña María comenta con su hijo Manuel las noticias de los periódicos, en concreto las relacionadas con la llegada masiva de migrantes a Europa. Tajante, con el ímpetu que le caracteriza a pesar de su avanzada edad, proclama: "Habría que expulsarlos a todos, que se queden en sus países: Aquí no los necesitamos para nada". Evitando el conflicto, su hijo no dice nada ante el comentario de su madre.
Justo después, doña María hace sonar la odiosa la campanita con la que llama a su asistenta: "Guadalupe: haga usted el favor de servirnos café en el salón". Guadalupe es una madre soltera de origen hondureño. Llegó a Madrid desde Tegucigalpa hace diez años dejando a sus dos hijos al cuidado de su madre. Envía el 70% de sus ingresos a su país para sufragar los costes escolares a sus hijos y facilitarles la vejez a sus padres.
Después de tomar el café, doña María hace sonar nuevamente la campanita, esta vez para convocar al chofer: "Mohamed, haga usted el favor de llevar a don Manuel a su casa". Mohamed es un marroquí de 28 años. En su Tánger natal aprendió castellano lo suficiente como para emigrar a España y encontrar trabajo como conductor. Vive con Kenza, su mujer, en un piso que comparten con un hermano de ella, que trabaja como asistenta en diferentes casas de la capital española. No se han atrevido aun a regularizar su situación en España por miedo a que les expulsen del país. Su sueño es conseguir papeles y tener un hijo.
Una vez sola, doña Maria hace sonar la campanita una tercera vez y llama a su enfermero: "Xao, haga usted el favor de venir a ayudarme con mis ejercicios contra la artritis". Xao es chino. A diferencia de Guadalupe o de Mohamed, Xao posee estudios en enfermería que le han facilitado mucho colocarse profesionalmente en Madrid. Con ello trata de compensar sus dificultades con el castellano, idioma que no logra dominar a pesar de llevar aquí más de siete años.
Lo cierto es que la España del siglo XXI necesita de la emigración para cubrir la demanda de determinados trabajos. Se trata de trabajos que los españoles ya no estamos dispuestos a llevar a cabo. Si no fuese por esa mano de obra, los precios de esos servicios sufrirían una subida tal que una parte importante de la sociedad nacional simplemente no podría permitírselos.
La baja tasa de natalidad actual dejará un vacío en la fuerza laboral nacional que probablemente será rellenado por la llegada de trabajadores de otros países
Una vez acabados sus ejercicios, doña María se queda traspuesta tumbada en el salón de su casa. Le viene a la cabeza el recuerdo de su marido, fallecido hace ya más de 15 años. Curiosamente, ella nunca vio similitud alguna entre él y sus empelados Guadalupe, Mohamed o Xao: Y eso a pesar de que su marido también marchó a otro país buscando oportunidades para progresar. Una aventura gracias a la cual ella disfruta de esa bonita casa y de dinero suficiente para pagar a sus empleados de hogar.
España ha sido históricamente un país de migrantes. Tanto por el lado paterno como por el materno, miembros de mi familia emigraron a otras partes del mundo, contribuyendo con ello a la estabilidad económica familiar. El mío es una caso que constituye más la regla que la excepción en el panorama familiar español. Desde esa perspectiva, parece justo que los españoles tratemos con dignidad y respeto a aquellos que hoy llegan a nuestros países buscando progresar.
Después de haberse echado su siesta, doña María se prepara para ir a misa. Ayudada de su bastón, despacio, camina hacia la iglesia más cercana. Por el camino Dona María se da cuenta de cómo su barrio se ha llenado de gente mayor. Con una sonrisa melancólica, no puede evitar echar de menos los tiempos en los que docenas de niños pululaban por las calles de Madrid.
Es una realidad hoy que la población española envejece. Durante los últimos años España ha tenido el dudoso privilegio de estar entre los países del mundo con menor tasa de natalidad. En ese sentido necesitamos de la inmigración para asegurar la repoblación (la tasa de natalidad de los inmigrantes es muy superior a la de los españoles). Y, lo que es más importante aun, en el futuro seguiremos necesitando esa inmigración: La baja tasa de natalidad actual dejará un vacío en la fuerza laboral nacional que probablemente será rellenado por la llegada de trabajadores de otros países. Ellos contribuirán, entre otras cosas, a pagar las pensiones de nuestros mayores.
De vuelta en casa, doña Maria cena delante de la televisión. Ha venido su hijo Manuel a desearle buenas noches. Juntos y en silencio, siguen las noticias del telediario donde detallan la última tragedia sufrida por los miles de migrantes que tratan de llegar a Europa. Y doña María se reafirma exclamando: "Aquí no los necesitamos para nada: ¡que expulsen a todos los emigrantes!".
Su hijo Manuel esta vez no se calla y trata de hacerle ver a su madre que se equivoca. Primero, le explica que ese trato hacia los inmigrantes es injusto. Segundo, le comenta a doña María que necesitamos de ellos para repoblar el país. Y, por último, le dice a su madre: "Nosotros necesitamos a los emigrantes para que te cuiden, para que te conduzcan y para que limpien tu casa".
Y doña María entonces reacciona con indignación, que es como se reacciona cuando no se dispone de recursos para rebatir. "¡No digas más tonterías!", concluye con rabia y tratando de contenerse. "Mejor, hablemos de otra cosa", decreta mientras hace sonar una última vez la campanilla.
Miguel Forcat Luque es economista y trabaja para la Comisión de la Unión Europea. El artículo no refleja necesariamente el punto de vista de la institución para la que trabaja.
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