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Tribuna
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El Acuerdo de París entra en vigor

Aunque ya se han dado pasos importantes, la arquitectura financiera mundial debe involucrarse más en la lucha contra el cambio climático

El presidente del Parlamento Europeo, Martin Schulz, ratifica el acuerdo de París sobre cambio climático en el Parlamento Europeo.
El presidente del Parlamento Europeo, Martin Schulz, ratifica el acuerdo de París sobre cambio climático en el Parlamento Europeo. EFE

La entrada en vigor del Acuerdo de París sobre cambio climático —un acuerdo mundial para mantener el aumento de la temperatura global por debajo de 2°C— representa un inmenso logro y un verdadero triunfo del multilateralismo. Esto nos lleva además a concentrarnos en la siguiente fase: ¿cómo implementar el acuerdo en todo el mundo? A día de hoy, se avanza para alcanzar la movilización anual de 100.000 millones de dólares de financiación para 2020 de los países desarrollados a las economías en vías de desarrollo. La puesta en práctica de estrategias de implementación también gana importancia. Por ejemplo, la financiación del Fondo Verde para el Clima está ayudando a mejorar la resiliencia costeras y urbana en Bangladesh; y en Tanzania, más de 100.000 hogares tienen hoy electricidad gracias a Off-Grid Electric, una empresa que produce energía limpia con el apoyo del Fondo para un millón de casas solares (Million Solar Homes Fund).

Pero el coste de la transición a un futuro bajo en carbono se mide en billones. Algo que claramente sobrepasa el ámbito de los fondos públicos, ya que ningún gobierno, sin importar lo rico que sea, puede financiar la acción climática a través de impuestos o créditos exclusivamente. Se estima que para cumplir los objetivos del Acuerdo de París hace falta invertir unos 90 billones de dólares en infraestructuras, agricultura y sistemas energéticos de aquí a 2030.

Ministros de economía y gobernadores de bancos centrales comienzan a tomar medidas para generar inversiones verdes 
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Esto no será posible sin capital privado. Es evidente que conectar el sistema financiero mundial con las necesidades de la acción climática y el desarrollo sostenible es tan importante como las medidas para reducir las emisiones y la eliminación de las subvenciones a los combustibles fósiles. Además, si tenemos en cuenta los 300 billones de dólares en activos —que poseen bancos, mercados de valores e inversionistas institucionales—, estamos más ante un problema de distribución del dinero que de escasez.

De hecho, ya estamos viendo involucrarse a ministros de economía y gobernadores de bancos centrales. Los de las naciones del G20 acordaron recientemente un conjunto de medidas para mejorar la capacidad del sistema financiero mundial para generar inversiones verdes. Un sector que promete es el crecimiento del mercado de bonos verdes donde las empresas y los municipios pueden lograr fondos para áreas prioritarias como las energías renovables, las construcciones eficientes y la gestión del agua. Este año, el valor combinado de los fondos verdes ha crecido por encima de los 45.000 millones de dólares, una cantidad cuatro veces superior a la de 2013. Un ejemplo es el banco de desarrollo de México, Nacional Financiera S.N.C. (Nafin), que en noviembre pasado emitió su primer bono verde, valorado en 500 millones de dólares, para financiar energía eólica en Oaxaca, Nuevo León y Baja California.

Sin embargo, los mercados de valores mundiales aún no incorporan los factores climáticos ni en la tarificación de activos, ni en la evaluación de riesgos. En respuesta, el Consejo de Estabilidad Financiera creó un grupo de trabajo liderado por el exalcalde de Nueva York, Michael Bloomberg. Solo por medio de una información mejor y más coherente, bancos, fondos de pensiones e inversionistas privados podrán entender el impacto que la transición hacia una economía baja en carbono tendrá en las inversiones.

Solo una minoría insignificante de inversores ha incluido estrategias climáticas en sus planes a corto y largo plazo

En los últimos cinco años, se ha doblado el número de políticas y medidas reguladoras para lograr un sistema financiero sostenible. Esta es una de las conclusiones clave de un nuevo informe publicado por ONU Ambiente. El informe describe cómo ya son 217 las medidas que han tomado ministros de economía, gobernadores de bancos centrales y reguladores para promover las finanzas sostenibles en casi 60 países. Son medidas que van desde un impulso a las inversiones en energía limpia gracias a los análisis de riesgo realizado por aseguradoras, hasta hojas de ruta para hacer sostenible todo un sistema financiero, como la que acaba de hacer China.

Aunque todas estas son señales prometedoras, la arquitectura financiera mundial no está en condiciones de generar esta necesaria transformación. Los planes climáticos nacionales (INDC, por sus siglas en inglés) presentados por los gobiernos son una gran mejora, pero siguen sin proporcionar el estímulo necesario para encauzar los capitales hacia la acción climática global. Aunque es cierto que hay inversionistas que están empezando a medir la huella de carbono de sus carteras y aumentando la adquisición de activos verdes, solo una minoría insignificante ha introducido estrategias climáticas profundas.

El sistema financiero necesita evolucionar para evaluar los riesgos medioambientales, dejar atrás el cortoplacismo y ganar en transparencia sobre el rendimiento respecto al clima. Para que esto ocurra lo antes posible será necesario que diferentes actores pongan en marcha políticas y regulaciones financieras reforzadas a favor del Acuerdo de París. Si lo hacemos bien, el capital privado responderá y veremos fluir los billones necesarios para la transformación en todo el mundo.

Agustín Cartens es Gobernador del Banco de México y Patricia Espinosa es la Secretaria Ejecutiva de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC).

El informe ambiental se puede descargar en www.unepinquiry.org

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