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Oprah Winfrey, la reina del ‘show’

“Echo de menos hablar a 10 millones de personas. Las redes son otra cosa”, se queja

Oprah Winfrey, durante su tour 'Una noche con Oprah' en Australia.
Oprah Winfrey, durante su tour 'Una noche con Oprah' en Australia.Don Arnold (WireImage)

Si hay alguien que lo tiene todo, esa es Oprah Winfrey. Más que una mujer es un imperio, acostumbrada a contar con millones de seguidores a los que hace sentir como si fueran amigos. Una de las personas más influyentes y poderosas de Estados Unidos, sin importar sexo o color. Una dinamo de energía siempre cambiante: actriz, presentadora, empresaria, al frente de una revista, de un magazine televisivo o de su propio canal. También tiene productora propia y lo que ella llama su legado, un colegio para señoritas en Sudáfrica, entre otras de sus muchas obras sociales.

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Oprah se ríe a grandes carcajadas a la hora de comenzar esta entrevista. No da la oportunidad de preguntar qué le falta a alguien que lo tiene todo. Ella se adelanta. “Saber decir adiós. Aprender a despegarme de las cosas”, confiesa. “Llevo tantos años siendo la Oprah de El show de Oprah que yo también me pregunto quién soy sin él”, añade tan rápida al preguntar como al responder.

Han sido 25 años de un programa que hizo de ella quien es hoy. Fue su verdadero amor, admite quien nunca se comprometió en otro tipo de relación. Su vida eran los estudios Harpo, en Chicago, donde rodaba el programa. Incluso así fue capaz de mirar adelante y cerrar ese capítulo de su vida.

— ¿Lo echa de menos?

— ¡Seguro! Esa plataforma, esa capacidad de poder hablar a la vez a 10 millones de personas en todo el mundo. Ni la inmediatez de las redes sociales es igual.

— ¿Y ahora qué?

— Soy una mujer que sigue utilizando su voz para ayudar a mejorar este planeta con cualquier método que tenga a mano, tuits, revista, programas, películas, con mis hijas [como llama a quienes asisten a su escuela].

Oprah Winfrey y Will Smith, en la inauguración del Museo Nacional de Historia Afroamericana en Washington, DC.
Oprah Winfrey y Will Smith, en la inauguración del Museo Nacional de Historia Afroamericana en Washington, DC.Astrid Riecken (AFP)

Hay más cosas que definen a esta mujer de 62 años. Por ejemplo, nunca pide favores. “Uno pide algo y lo siguiente, te piden la luna. No bromeo”, añade con experiencia. Amigos tiene los justos. Tres, cuatro. Quizá cinco, pero para de contar, dice quien los goza a miles. Entre ellos, la directora Ava DuVernay a quien produjo Selma, con la que se ha embarcado en la serie Queen Sugar y con quien trabajará como actriz en A Wrinkle in Time, la primera gran producción de Hollywood dirigida por una mujer negra. Sus amigos son su “gabinete”, a los que consulta porque le dicen la verdad. “Como me dijo el millonario Henry Kravis, ni los hombres ricos ni las chicas bonitas escuchan las verdades. Afortunadamente yo no soy ni lo uno ni lo otro”, parafrasea con humor.

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Winfrey habla muy a las claras. Especialmente en cuestión de temas raciales. Apuesta por el diálogo, el conocimiento y la historia como aliado contra el racismo y la desigualdad en un año en el que las tensiones van en aumento. “No es que estemos dando marcha atrás, es que ahora podemos rodar vídeos para que todos lo vean”, asegura esta vez desafiante ante los últimos incidentes policiales.

Nacida en el Misisipi de los cincuenta fruto de una noche entre una criada y un soldado, sus comienzos fueron extraordinariamente difíciles y sus sueños, igualmente grandes. Ambos marcaron su vida. Sin cuarto de baño en la casa en la que se crió, Winfrey se ríe recordando esa bañera de ónice traída de Italia con la forma de su cuerpo que instaló en su mansión y de la que nunca se quiso desprender. Y después de crecer de casa en casa ahora es dueña del suelo que pisa, con múltiples propiedades en Chicago, Montecito (California) o Maui, entre otras. Y explica: “Porque una chica puede comprar muchos zapatos pero la tierra es un bien limitado”.

Lo que no lleva nada bien es el fracaso y la trayectoria poco brillante de su cadena de televisión OWN le da que pensar. “Digamos que no estoy acostumbrada al fracaso pero en la lucha prefiero ver una oportunidad. No me puedo imaginar que una joven negra salida del apartheid en Misisipi haya llegado tan lejos para fracasar ahora”, incide guerrera.

Oprah no siempre tuvo razón. Incluso en su momento de mayor gloria se metió en líos por cosas que dijo y su club de lectura encumbró un libro que resultó ser una patraña. Nadie es perfecto y la mujer que hizo saltar a Tom Cruise de alegría en su sofá lo sabe. De ahí lo poco que le ha asombrado el ya llamado “divorcio del año”, el protagonizado por Brad Pitt y Angelina Jolie. “Lo siento por ellos porque sé el circo en lo que esto se convierte. Eran lo que se dice la pareja perfecta. Pero en El show de Oprah he visto que la perfección no existe. De puertas adentro todos tenemos nuestra historia”.

El arte de crear un imperio

Andrea Morales Polanco

Oprah Winfrey es la magnate del mundo de la comunicación. Ha levantado un imperio con su intuición como mejor consejera. Es la prueba viviente de que el sueño americano existe y que basta con poseer una dosis alta de simpatía y una visión clara de los negocios para lograr el éxito absoluto. Oprah es una empresaria nata —su fortuna supera 2.500 millones de euros según Forbes—, que desde que alcanzó la fama mundial a finales de la década de los ochenta no ha hecho más que crear de su nombre una marca. Primero fundó Harpo Studios, su propia productora. Pero no fue hasta 1999, año en que creó Oxygen Media —una empresa dedicada a producir programas para la televisión privada e Internet—, que realmente se convirtió en la dueña y señora de la televisión estadounidense. Un año después lanzó su propia revista O: The Oprah Magazine, en 2011 abrió OWNsu propio canal de televisión y este año su sello editorial.

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