El desfile que quiso cambiar la industria de la moda
Burberry presenta una colección que rompe la división de géneros y temporadas, y que se vende desde que sale a la pasarela
La vida de Orlando, el personaje creado por Virginia Woolf en su novela de 1928, se expande a lo largo de cuatro siglos. En un momento dado se acuesta siendo un hombre y, después de un sueño de siete días y sin mediar explicación, se despierta como una mujer. No podía ser más acertada la inspiración de la colección de septiembre de 2016 de Burberry, que se presentó la noche del lunes en Londres y que, como la novela de Woolf, supone una revolucionaria ruptura de las reglas del tiempo y el género.
“La novela parece hablarnos hoy a nosotros con total claridad, al fundir y superponer lo femenino y lo masculino, el pasado y el presente, lo alegre y lo serio”, explica Christopher Bailey, director creativo de Burberry. De lo que se trata aquí no es de explorar los confines de la expresión literaria, sino del más mundano arte de vender gabardinas. Pero, trasladado al terreno de lo comercial, la jugada de la mayor marca de lujo británica poco tiene que envidiar en osadía al transgresor ejercicio narrativo de Woolf.
La colección cuestiona la rígida estructura que sostiene la industria de la moda. En vez de concebir colecciones separadas para hombre y mujer y exhibirlas en las respectivas semanas de la moda, estas prendas las lucen hombres y mujeres mezclados en la pasarela. Pantalones anchos, bermudas y camisas de seda, jerséis de punto. La colección no entiende de géneros. Se trata de una de las tendencias más claras que se han visto en la semana de la moda londinense y, además, tiene que ver con la esencia de Burberry: al fin y al cabo, la gabardina es quizá la prenda sin género por antonomasia.
El propio nombre de la colección oculta otra transgresión: se llama Septiembre 2016. Nada de primavera-verano u otoño-invierno. En un mercado de la moda radicalmente globalizado, ¿qué sentido tienen esas divisiones? ¿Hablan del clima de São Paulo, Milán, Qatar, Nairobi o Moscú? Por último, y esto es quizá lo más relevante, la colección desafía el orden temporal tradicional de la producción, distribución y comercialización de la moda. En lugar de mostrar en los desfiles ropa que no saldrá a la venta hasta medio año después, la nueva colección de Burberry puede adquirirse desde el mismo momento en que la lucieron los modelos en la pasarela.
La explicación queda patente en las salas de la mítica librería Foyles del Soho donde se celebró el desfile. Las celebridades del moderno mundo de la moda paseaban entre los puestos donde artesanos mostraban oficios tradicionales relacionados con la costura. Los looks de Cara Delevigne, Jourdan Dunn y compañía, todos de Burberry, eran capturados por decenas de smartphones por minuto y lanzados al instante por todo el mundo a través de las redes sociales. En una industria de la moda retransmitida en streaming, ¿quién quiere esperar seis meses para comprar una prenda que en solo tres días quedará enterrada para siempre bajo el feed infinito de Instagram?
Christopher Bailey anunció ya en febrero su visión de “ver ahora, comprar ahora”. Y el debate estalló de inmediato. Hubo opiniones a favor y en contra. ¿Deben las marcas aprovechar el cada vez mayor ruido mediático que generan los desfiles y vender su ropa al momento? ¿Internet ha convertido en anacrónico el sistema tradicional de la moda? ¿O deben mantenerse los tiempos dilatados para que la moda no pierda su carácter de aspiración y de sueño? Marcas como Ralph Lauren, Tom Ford o Tommy Hilfiger han seguido el modelo de Burberry, otras han empezado a introducir diferentes modalidades de venta inmediata.
La apuesta de Burberry se produce en tiempos turbulentos. Hace solo tres años, cuando Baily sumó la dirección ejecutiva a la creativa, la demanda de los compradores chinos por la marca británica parecía insaciable. Pero la desaceleración económica pudo con ella. Una caída del 38% del valor de las acciones en mayo provocó una drástica política de reducción de costes, empezando por el propio Bailey, que se bajó el sueldo en un 75%.
En junio pasado asumió la dirección ejecutiva Marco Gobbetti, procedente de Céline. La bajada de la libra tras el referéndum sobre el Brexit ha provocado un aumento de un 36% en el gasto de los turistas en Reino Unido, del que sin duda se ha beneficiado Burberry.
El optimismo vuelve a la compañía y Bailey, alejado de contables y accionistas, ha entregado una colección más variada que sus predecesoras. Arriesgada pero llevable. Una colección a la que le ha tocado ser pionera. De su éxito o fracaso, tomará buena nota la industria de la moda.
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