Pitando los oídos
Hablaba con alguien con el manos libres y esto es lo que decía: “Es tontísimo, no dice más que chorradas…"
La semana pasado estuve promocionando una película de animación en la que he colaborado poniendo mi voz a uno de los divertidos secundarios: una cabra con gafas que no se entera de nada. El porqué pensaron en mí para ese personaje en concreto es algo que se me escapa. Estaba, como digo, haciendo promoción, que consiste en sentarte delante de personas muy válidas que, una tras otra, te van preguntando cosas parecidas y a las que tú les contestas, irremediablemente, siempre igual. Bueno, ese no es mi caso, yo encandilo en cada entrevista. Por ejemplo, a una periodista de una revista de temática femenina; desplegué ante ella todo mi encanto y la deslumbré con mis ocurrencias. En su cara podía leer ora admiración, ora sorpresa, ora interés… Sus cejas permanecieron arriba en todo momento, como arcos… En fin que se notaba que lo gozó cosa bárbara conmigo. Era, además, la última de las entrevistas, lo cual tiene más mérito, al no acusar el cansancio y el hastío, al permanecer fresco. Luego pasó algo curioso. Me despedí de la periodista y salí ufano a la calle, con una sonrisa que iluminaba toda la calle. Noté la ausencia de un bulto en mi bolsillo; el móvil, me lo había dejado. Volví al sitio de la entrevista y allí permanecía, recogiendo sus bártulos, la periodista. Hablaba con alguien con el manos libres y esto es lo que decía: “Es tontísimo, no dice más que chorradas… es muy estomagante… estaba deseando terminar… creo que hasta me ha puesto ojitos y todo…”.
¿De quién estaría hablando? Al pobre le estarían pitando los oídos.
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