Rescatando el contrato social (y 2)
El Roto.
La semana pasada hablábamos en este blog de la crisis de la desigualdad en España, que no es sino una réplica a escala del fenómeno global que conocemos demasiado bien: mientras una minoría próspera y segura se beneficia de las capacidades y recursos para desenvolverse en el entorno económico y sufragar su propio “Estado del bienestar”, una masa amplia de clase media precaria vive marcada por la vulnerabilidad y una fracción queda condenada a vivir en la pobreza como consecuencia de un ascensor social roto. Como ha demostrado el caso estadounidense, esta realidad es perfectamente compatible con la creación de empleo y ciertos niveles de crecimiento económico, porque sus claves residen en el reparto de las rentas del trabajo y el capital. Dicho de otro modo, los discursos de PP y Podemos pueden ser simultáneamente ciertos, porque hablan de cosas diferentes.
La reducción de la brecha de desigualdad es, junto con el dilema entre nacionalismo y cosmopolitismo, uno de los dos grandes debates de nuestro tiempo. Les ofrezco tres claves que me ayudan a navegar este asunto:
· Un debate objetivo e informado: El tono general de esta conversación es alarmantemente superficial. Las universidades y los (muy escasos) think tanks que estudian este asunto en nuestro país rara vez consiguen hacerse hueco en una conversación pública acelerada, sesgada e híperopinativa que admite poco más que lugares comunes y titulares gruesos. Algunas iniciativas periodísticas y académicas se han esforzado en los últimos años por cubrir este hueco y merecen ser consultadas con regularidad: Agenda Pública, Ctxt, Piedras de papel, Politikon, Economistas frente a la crisis, The conversation o porCausa son solo algunas de ellas.
· Un terreno de juego amplio: Algunas de las variables fundamentales de este debate solo pueden ser entendidas en el terreno amplio en el que se desarrollan. La reforma fiscal pendiente de nuestro país (para elevar los tipos medios efectivos al nivel de la UE, por ejemplo) tendrá un efecto limitado en ausencia de la revolución pendiente en el ámbito internacional, donde se juegan los principales mecanismos de elusión y evasión fiscal de los operadores económicos más poderosos. Oxfam, el ICIJ y otros ofrecen fuentes interesantes en este sentido, pero también organizaciones más ortodoxas como la OCDE, que lidera un meritorio esfuerzo por la transparencia fiscal. Ningún debate parlamentario serio puede ignorar este factor.
· Mecanismos más eficaces de control y rendición de cuentas: Esta semana conocíamos que el Estado español perderá casi la totalidad de los más de 26.000 millones de euros invertidos en el rescate de una banca cuyos responsables contribuyeron de manera determinante a generar la sucesión de burbujas y la crisis financiera. Muchos de ellos siguen exactamente donde empezaron, generando en la sociedad una sensación de indefensión equivalente a los casos de corrupción mal resueltos. Si la crisis puede ofrecer algún beneficio es precisamente la posibilidad de no repetir los mismos errores en el futuro, y sostener la impunidad es insultar a las víctimas. Aunque el ‘modelo de negocio’ de ONG pasa por una grave crisis que ha afectado a su capacidad e independencia, estos años han revitalizado su conexión con la sociedad y la creatividad de sus intervenciones. La investigación, la denuncia y los canales de movilización social que ofrecen las ONG y movimientos merecen nuestro apoyo en tiempo y dinero.
Si lo piensan, tenemos razones para ser optimistas. En cada uno de estos asuntos hemos dado pasos tangibles desde 2008. Pero seguimos muy lejos de lo que precisa una democracia tan imperfecta como la nuestra. Fracasar hoy puede condenarnos durante mucho tiempo.
[Estos argumentos fueron presentados en el seminario El pulso de España II, organizado por Metroscopia en la Universidad Internacional Menéndez Pelayo.]
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