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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

División profunda en Francia

Mientras la izquierda y la derecha se parten, la ultraderecha del Frente Nacional se refuerza de cara a las presidenciales

El exministro francés Enmmanuel Macron.
El exministro francés Enmmanuel Macron.Vincent Isore/IP3 (Getty Images)

La dimisión del ministro de Economía francés, Emmanuel Macron, fichado hace dos años como gesto de renovación modernizadora del socialismo, supone una nueva división del centroizquierda en el camino hacia las elecciones presidenciales de la primavera próxima. Es probable que pretenda presentarse candidato él mismo tras dejar clara la imposibilidad de cambiar a la izquierda estatalista clásica. En todo caso, el gesto de Macron aumenta las posibilidades de que el campo político dirigido por el jefe del Estado, François Hollande, se quede fuera de la carrera presidencial de 2017, lo cual dibuja una eventual confrontación entre la derecha y la extrema derecha como la ya vivida en 2002, cuando el Frente Nacional dio la sorpresa al eliminar al candidato socialista en la primera vuelta de las presidenciales.

Editoriales anteriores

Ahora ya no sería tan sorprendente. La ultraderecha ha crecido en el ambiente de miedo y pesimismo que domina a Francia, un país asustado tanto por el terrorismo yihadista como por la escasez de crecimiento económico y de mejora del empleo, y con poca confianza en que la opción habitual izquierda/derecha le permita salir del marasmo.

A su vez, el campo político de la derecha también se encuentra dividido entre el reformismo moderado del veterano Alain Juppé y la dureza creciente del expresidente Nicolas Sarkozy, que se ve perseguido por los problemas judiciales de la presunta financiación ilegal de su campaña en 2012.

Si tales circunstancias llevaran a los franceses a caer en el aventurerismo antieuropeo encabezado por Marine Le Pen, todo el continente sufriría un mazazo de consecuencias graves para la Unión, ya fragilizada por el Brexit. Las corrientes centrales de la democracia deberían ser conscientes de la necesidad de un consenso de fondo, en vez de abrir las puertas al populismo.

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