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Tentaciones

DJ Harvey: Así es el DJ de éxito que pincha en mazmorras y fiestas infantiles

Es un ídolo de la escena gay, se define como “queer, pero no homosexual” y declara que no se puede entender su música "si no has participado en una orgía puesto de ácido". Hablamos con DJ Harvey, el DJ de los DJs

Enrique Alpañés
Fue incluso miembro del mítico colectivo de grafiteros TDK.
Fue incluso miembro del mítico colectivo de grafiteros TDK.

A tres metros de altura y 8.000 decibelios de sonido a todo trapo, David Guetta domina los lunes de ibiza. Es un día cualquiera de agosto y el DJ francés contempla la costa desde su atalaya de semi dios en el hotel Ushuaia, un templo hecho a mayor gloria de los ídolos de la electrónica. A 20 escasos kilómetros, un hombre subido a un podio de apenas 30 centímetros pone discos de vinilo mientras toca la pandereta, enciende un pequeño láser y lo coloca de forma estratégica para que ilumine una anacrónica bola de espejos. ¿Quién es el mejor DJ de la isla? Depende de a quién le preguntes.


Se llama Harvey Bassett y es una estrella de rock. La tan cacareada máxima del género: sexo, drogas y rock and roll, se cumple en su caso a la perfección, salvo por un pequeño detalle que salta a la vista al conocer su nombre artístico. DJ Harvey no hace rock. Como dijera la revista Rolling Stones al incluirlo en 2012 entre los 25 pinchadiscos que controlan el mundo “Si Keith Richards fuera un DJ, seguro que sería Harvey”. Seguro. Su mostacho podría calificarse de vintage y su estética es una mezcla imposible entre la de un surfista, un motero y una estrella del porno gay de los setenta. Harvey es tan histriónicamente cool que parece recién salido de una peli de Tarantino.

“No es lo único que puedo hacer. Puedo pinchar en un amanecer, en una mazmorra sexual gay o en una fiesta de cumpleaños infantil”


Hace una mañana desapacible en Ibiza, el viento sopla y amenaza lluvia. DJ Harvey apura su desayuno en la piscina del Hotel Pikes, el mismo donde Wham! grabó su famoso videoclip Club Tropicana. Harvey aún tiene la taza de té a medias cuando el cielo cumple su amenaza y descarga, obligandonos a trasladar la entrevista a la entrada de Freddie's, la suite donde el cantante de Queen celebró sus últimas fiestas antes de morir y que ahora se ha convertido en sala de fiestas.Efectivamente, podríamos decir que este enclave tiene algo de mítico. Y este es el principal motivo por el que Harvey ha renunciado a las grandes salas para su residencia ibicenca. “Miro atrás y me imagino las fiestas de Freddie Mercury, Mick Jagger, Grace Jones… y quiero ser parte de ese legado”, explica el DJ.


Para su sesión, Mercury Rising, Harvey ha escogido una sala tan pequeña que puede perfumarla con enormes ramos de flores (“lirios blancos”, apunta, “porque tienen un aroma muy intenso y duradero”). Se siente tan cómodo en este club como en el Berghain de Berlín (la llamada catedral del techno), o los londinenses XOYO o Ministry of Sound, donde se le puede ver con cierta regularidad. “Lo que hago aquí” dice señalando a sus espalda, “no es lo único que puedo hacer. Puedo pinchar en un amanecer, en un atardecer, en una mazmorra sexual gay o en una fiesta de cumpleaños infantil”, comenta con sorna.

Esta afirmación no es mera palabrería, pero por el momento centrémonos en lo que hace aquí. En Pikes, DJ Harvey mezcla el balearic con el italodisco, añade influencias árabes (“el norte de África está aquí al lado”, justifica) y sorprende pinchando clásicos de gasolinera ibérica como El Turronero. De vez en cuando marca el tempo tocando un bongo o una pandereta. Este cóctel de sonidos imposibles es difícil de definir. Quizá la frase que mejor lo haga sea la del propio Harvey: “No puedes entender el blues si no te han roto el corazón de la misma forma que no puedes entender mi música si no has participado en una orgía puesto de ácido”.


Cuando uno le pregunta por tan contundente afirmación el DJ arquea las cejas, “Creo que se entiende bastante bien, ¿no?”, dice envolviendo la frase en una sonora carcajada.

Tiene Harvey un nexo más en común con las grandes estrellas del rock: en su figura convergen realidad y leyenda, siendo la frontera entre ambas un tanto difusa.


Fue amigo y compañero de Larry Levan, el primer gran DJ de la historia: cierto. Echó a Beyoncé de una de sus míticas fiestas en Los Ángeles: Falso. Se quedó atrapado en EE UU diez años por no tener su pasaporte en regla, lo que hizo que en Europa su leyenda creciera hasta alcanzar proporciones épicas. Cierto, aunque Harvey resta importancia a ese percance.“Tampoco es que haya estado en la cárcel, eso sí que sería interesante”, dice mientras da un sorbo a su té y se ajusta su sombrero de fieltro.


Lo cierto es que este hecho, sobre el cual gravitaría toda su entrevista si fuera otra persona, tiene en él una condición de anecdótico, un pasaje más en una vida llena de historias. DJ Harvey empezó tocando la batería en un grupo de punk cuando solo era un adolescente. Creó una productora indie. Fue miembro del mítico colectivo de grafiteros TDK y se hizo un hueco en la escena festivalera de Gran Bretaña. De ahí pasó al hip hop y después a la electrónica. Lleva 40 años en el mundo de la música, tocando todas sus variantes y aún así, asegura disfrutarla como el primer día. “Me sorprendió cuando dejé de tomar drogas y seguí teniendo subidones, simplemente con la música, como cuando era un crío, es un sentimiento maravilloso”, asegura con sus modales de lord inglés.


“No puedes entender el blues si no te han roto el corazón de la misma forma que no puedes entender mi música si no has participado en una orgía puesto de ácido”

Hay otra faceta de Harvey que le da una dimensión aún más interesante. Es un ídolo de la escena gay. En su hogar adoptivo, Los Ángeles, ha sido la cabeza visible de una fiesta, A club called Rhonda, que ha sido descrita como “un palacio de la pansexualidad”. Harvey habla indistintamente de novios y novias, pero lo hace más por una cuestión de ideología que de sexualidad, pues se define como “queer, pero no homosexual”. Presume de que a sus fiestas van tanto homosexuales como heteros. “Y gente mayor, y gente jóven, y blancos, y negros… Creo que el secreto para tener un buen público es que sea lo más heterogéneo posible”, afirma. En su caso esta máxima se lleva al extremo. Entre el público que frecuenta Mercury Rising encontramos pinchadiscos, productores y gente del sector (no en vano, lo llaman el DJ de los DJs) y a neófitos que no se acercarían jamás a una fiesta electrónica si no llega a tener el sello Harvey.

Echando un vistazo a su carrera, podríamos decir que DJ Harvey ha cumplido todos sus sueños con creces. Asegura que un día normal en su vida es “como las Navidades y el cumpleaños de una persona normal, todo junto”. Sin embargo, con todo, había un sueño que se le escapaba hasta hace poco. Hace dos años publicó DJ Harvey Wildest Dreams, un disco que ha sido descrito como rock psicodélico-satánico y que le sitúa en una esfera musical por encima de las etiquetas. Ahora sí, podemos decirlo sin miedo: Se llama Harvey Bassett y es una estrella de rock.

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Sobre la firma

Enrique Alpañés
Licenciado en Derecho, máster en Periodismo. Ha pasado por las redacciones de la Cadena SER, Onda Cero, Vanity Fair y Yorokobu. En EL PAÍS escribe en la sección de Salud y Bienestar

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