Que pague el barbudo
Pensarán que la mutación del vello facial de símbolo de estatus económico a estético es un invento de esta sociedad nuestra. Pues no
En 1535, el rey Enrique VIII de Inglaterra introdujo el primer impuesto sobre barbas. Cuanta más larga era la barba, más se debía pagar. Como el pelo facial era símbolo de estatus —en los hombres—, se le puede atribuir a esa tasa una vocación redistribuidora de la riqueza aún no igualada. La hija de Enrique VIII, Isabel I, amplió el espectro de sujetos barbudos con obligación de tributar, tasando las barbas a partir de dos semanas sin ver cuchilla. Ella inventó la clase media.
Escribo esto después de haberme afeitado, algo que en la Inglaterra del siglo XVI podría haberse considerado evasión de impuestos. Sospeche de cualquier barbudo que vea pasear por Andorra La Vella. Cuando yo era niño, un barbas era un tipo muy del PSOE, muy amish, muy vago o de muy poco mentón. Hoy es alguien que, además de cumplir alguna de las premisas anteriores, está a la moda. Y pensarán que la mutación del vello facial de símbolo de estatus económico a estético es un invento de esta sociedad nuestra. Pues no. Después de una gira por Europa Occidental, el zar Pedro El Grande volvió a Rusia con afanes reformistas. Su país estaba perdiendo el tren de la modernidad, y el mayor ejemplo de ello era la cantidad de barbudos que había. En países más sofisticados, como Francia, los hombres se afeitaban ya con regularidad. En el tema de cortar cosas, los galos siempre han sido pioneros. Así, en 1697 introdujo un impuesto de 100 rublos al año a los barbudos. Espero que Montoro lea esto, recupere la tasa y nos deje en paz a todos los hombres honrados que nos afeitamos y a Andorra vamos solo a por mantequilla.
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