‘Malas Madres’: ríete de tu maternidad nada perfecta
Dos redactoras, una con hijos y otra sin ellos, cuentan sus impresiones tras ver la película
Malas madres (Bad Moms), la película que lleva a la gran pantalla la guerra de madres perfectas vs. madres supervivientes que copa los foros de Internet, se estrena este viernes en España. Dirigida por Jon Lucas y Scott Moore, autores de Resacón en Las Vegas, es una comedia cuyo trío protagonista, Mila Kunis, Kristen Bell y Kathryn Hahn, se enfrentan a la dictadura del terror impuesta por las madres pluscuamperfectas del AMPA de su colegio. La cinta reivindica la libertad de cada mujer a criar a sus hijos como quiere y puede, sin ser juzgadas por las demás, y sin las presiones, muchas veces autoimpuestas, por ser superwomen y asumirlo todo. Una película para reírse y desdramatizar, en la línea de muchos blogs surgidos en los últimos años o del Club de Malasmadres, un auténtico fenómeno en las redes sociales en España.
Dos redactoras de EL PAÍS, una con tres niños y otra sin hijos, cuentan sus impresiones después de acudir al preestreno.
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El inicio de Malas madres es como ver mi vida de los últimos años llevada al cine, salvo por la parte del marido inútil e infantilizado, y, claro está, la edad y el tipazo de Mila Kunis. Una madre que va corriendo a todos los sitios para intentar cumplir con todo, y que pese a ello, llega tarde a todas partes (quizás si no llevara esos taconazos sería más fácil). Que trabaja, hace de taxista de los niños, intenta darles comida sana y participar en todas las actividades del colegio. Y que pese a desfondarse, vive con la eterna sensación de que no lo hace bien.
Las madres del público nos identificamos en seguida con Amy Mitchell (Mila Kunis), otra mujer que ha caído en el gran timo de la conciliación, y odiamos con ella al trío del AMPA (Christina Applegate, Jada Pinkett Smith y Annie Mumolo), esas que parecen hacerlo todo a la perfección y sin mancharse, y encima te lo restriegan a la cara. La película se convierte entonces en una especie de comedia de instituto americana, donde los protagonistas no son los chavales, sino sus progenitoras, que entran en una guerra de popularidad, y en la que no faltan las fiestas, borracheras, la amistad y el romance.
Están Amy, el patito feo (Kunis) antes de tener su epifanía y liberarse del yugo de la perfección; Kiki, la amiga modosita y algo rarita (Bell), desbordada por criar a cuatro niños pequeños en casa, que se va destapando; y Carla, la amiga pendón y pendenciera (Hahn), madre soltera y pasota que procura algunos de los momentos más desternillantes a la vez que una retahíla de expresiones soeces que aumentarán el vocabulario de más de uno. Los hombres son absolutamente secundarios, y salvo el nuevo ligue de Kunis, salen bastante malparados. O son inexistentes, o inútiles, o están acobardados por las odiosas madres del AMPA. Pese a ello, o por ello, los que había en la proyección parecieron divertirse.
En el momento cumbre, en el que varias madres reconocen, cual reunión de Alcohólicos Anónimos, sus pecados con sus hijos, dan ganas de levantarse con ellas y gritar "¡sí, yo también!". Al final, la conclusión, es que todas somos malas madres, así que vamos a vivir con ello y a pasarlo bien. Una película ideal para ver con unas cuantas amigas madres y reírnos de nuestro día a día.
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La mamá protagonista de Malas madres no se reconoce en el espejo. Bueno, primero, para poder dedicarse una mirada, tendría que tener tiempo. No hay hueco libre en la vida de Amy Mitchell para detenerse y preguntarse cómo se siente o qué le apetece hacer ese día. Ni hablar de hacer las cosas que disfrutaba antes de ser madre: desayunar leyendo el periódico, pasear o salir de copas con las amigas. Se ha olvidado de ella para dárselo todo a sus hijos. Puede que ésta sea una de las cosas que más agobie a las potenciales madres para tomar la decisión final.
La mamá que interpreta Mila Kunis decide un día dejar de ser la mujer que llega manchada de la comida de los niños y que no tiene tiempo de salir de compras para darse un capricho, para pasar a convertirse en una evolución de adolescente con responsabilidades. Acompañada de su nuevo grupo de amigas, se rebela contra las obligaciones que le exigen para ser una "buena madre". Aunque su forma de hacerlo a algunas nos puede parecer entender mal el concepto de liberación. Su fórmula: flirtear con los chicos y montar fiestas con mucho alcohol y música de discoteca.
La película cambia el foco cuando pasa de narrar los problemas que viven las madres en el día a día a una guerra de poder entre dos mujeres por liderar el AMPA. En esta parte, mi favorita, hay un discurso sincero para pedir el voto en el que todas las mujeres se quitan la careta, reconocen lo malas madres que son y lo mucho que quieren a sus hijos. Uno de los puntos más reales del largometraje. Pero la nueva lideresa no deja de dar ejemplo hasta el final, y muestra su lado más humilde con la perdedora.
Los hombres son los grandes ausentes de esta película, y los que aparecen son inútiles, prepotentes o simples, como el nuevo novio de Kunis. Un relato algo injusto con la vida real por la caricatura que se hace de la figura del padre.
La película, a pesar de tener todos los tópicos en la mesa, añade un toque ácido y políticamente incorrecto, con las salidas de tono de Carla (Kathryn Hahn), una madre soltera y desastre. Con ella las risas están servidas. Su personaje añade los momentos más divertidos. La música también invita a pasar un buen rato. Rítmica y potente, que acompaña a las escenas más delirantes. Ideal para verla una tarde de resaca, con amigas solteras, para convencerte de que aún estás bien sin cuidar de nadie.
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