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La constitución de las Cortes
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

No somos tontos

El insólito acercamiento del Partido Popular a Convergència puede malograr la sintonía con Ciudadanos y tener un efecto contraproducente

Mariano Rajoy a su llegada al Congreso el día de la constitución de las Cortes.
Mariano Rajoy a su llegada al Congreso el día de la constitución de las Cortes. SUSANA VERA (REUTERS)

El rubor del acuerdo entre el PP y Convergència llega al extremo de haberse urdido entre ambos una operación clandestina. Clandestina y nocturna como la última reunión que mantuvieron Mariano Rajoy y Francesc Homs. Clandestino como la solución de esconder las vergüenzas en el subterfugio del voto secreto. Y clandestino como encubrir a los ciudadanos los extremos del compromiso entre Madrid y Barcelona.

Ya conocemos la versión oficial. Sabemos que ha sido un mero pacto de circunstancias. Y que no se le debe otorgar mayor relevancia de la que implica adherirse —activa o pasivamente— a la reputación de Pastor en la tercera magistratura del Estado. Acaso con la contrapartida de facilitar a Convergència la constitución de un grupo parlamentario.

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Restringir así las cosas o plantearlas en la coyuntura del 19-J requiere un desmedido ejercicio de ingenuidad. Ya lo dijo ayer Tardá. No somos tan tontos. Ni tan crédulos, aunque cuesta trabajo asimilar el maridaje, más aún después de que Artur Mas iniciara la desconexión de España y de que el ministro del Interior  —todavía en funciones— dilatara las costuras del Estado de derecho para sabotear a los independentistas "afinando" el criterio de la Fiscalía, como demuestran las grabaciones.

Las emergencias de los actores han replanteado el escenario y desdibujado los extremos de la guerra fría. Mariano Rajoy necesita la investidura tanto como Carles Puigdemont necesita sobrevivir a la moción de confianza a la que va a exponerse en septiembre. Y a ambos les conviene el deshielo de la abstención.

El problema es que la partida de cartas somete la estabilidad y la credibilidad del Estado a la accidentalidad de los intereses partidarios. Tendrían, al menos, que, explicársele a los ciudadanos, pero el hermetismo araña la transparencia y predispone a la especulación. ¿Cuál es el precio del pacto de no agresión? ¿Qué obligaciones conlleva? ¿Qué implicaciones institucionales, económicas, arrastra?

No es un sarcasmo. Rajoy puede ser investido presidente gracias a Convergència. Ha sucedido muchas otras veces, es verdad, en las turbulencias del puente aéreo, pero el salvavidas nunca había aparecido en una situación tan crítica ni tan incongruente.

Ni hubiera hecho falta de haber adoptado el PSOE una posición de "abstención crítica". Los socialistas, también ellos, subordinan la propia supervivencia al interés general. Más aún cuando el acuerdo PP-Convergència les permite asegurar el no a Mariano Rajoy sin bloquear la legislatura, asumir el liderazgo de la oposición y reprochar a los populares —ya lo han hecho— el pacto con el diablo soberanista.

Tan diabólico es que puede adquirir un efecto contraproducente en los planes del presidente del Gobierno. Acercarse a Convergència significa alejarse de Ciudadanos y proporcionarle a Rivera un argumento absoluto para eludir el sí.

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