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CLAVES
Columna
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14 de julio

Con cada acto terrorista re-hacemos la guerra y militarizamos nuestras democracias

Máriam Martínez-Bascuñán
Flores y mensajes de recuerdo en apoyo a las víctimas del atentado de Niza.
Flores y mensajes de recuerdo en apoyo a las víctimas del atentado de Niza.Alberto Estévez (EFE)

La respuesta de Hollande a los atentados que asolaron Niza no se hizo esperar: prolongación del estado de excepción y redoble de los ataques al ISIS. Frente a ese creciente sentimiento de vulnerabilidad que invade Europa, el discurso nacionalista se acentúa y con él toda esa visión política conservadora de la seguridad instalada desde hace tiempo en los países de Occidente ante la amenaza terrorista.

Hay una enorme fragilidad que queda expuesta cada vez que una democracia occidental sufre un atentado de estas características, traducida en pérdidas humanas irreparables, miedo y dolor. También desposesión, pues tomamos conciencia de hasta qué punto nuestras fronteras son permeables y que ni la más rotunda de las respuestas soberanas puede garantizar el máximo control sobre la situación provocada. Es paradójico sin embargo que la reacción soberana siempre sea nacional. Tampoco Francia esta vez ha querido contestar a estos atentados como parte de una comunidad global. Desde que la Administración de Bush vinculara sistemáticamente los actos terroristas del 11-S con una guerra contra el terror en el seno de un discurso profundamente nacionalista, Occidente no ha conseguido redefinir el problema del terrorismo con una visión política progresista.

Esta visión política progresista desaparece cuando el control y la seguridad se plantean como fines en sí mismos, como valores que preservar dentro de la comunidad política, y no como medios para garantizar la libertad. El valor que no solo en Francia, sino en toda Europa, conmemoramos el 14 de julio. Tal visión progresista tampoco cabe si los actos terroristas no se comprenden como un problema de seguridad internacional, y frente a esto se recurre a la metáfora de “la guerra”. El terror, señalan los sociólogos, no es un ejército, sino un estado mental al que no se combate desde ninguna trinchera. Esta demanda emocional, lejos de promover una reflexión política serena en la que sea posible la formación de coaliciones internacionales que combatan estos crímenes con medios apropiados, acentúa ese proceso de “israelización de Europa”. Con cada acto terrorista re-hacemos la guerra, militarizamos nuestras democracias, prolongamos el miedo y perdemos poco a poco nuestra identidad. @MariamMartinezB

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