Retórica contra el déficit

Una vez más, el Gobierno (en funciones) del PP ha ofrecido un parche coyuntural e inocuo a un problema de fondo como es la corrección del déficit público y la amenaza real de una sanción económica importante (2.000 millones de multa, restricción de los fondos estructurales) aplicada al incumplimiento de los objetivos de estabilidad pactados con Europa. El ministro de Economía, Luis de Guindos, ha propuesto como grandes remedios para conjurar la sanción una subida de las retenciones a cuenta a las empresas por el Impuesto de Sociedades (que calcula en unos 6.000 millones) y la convicción de que España recaudará este año 1.000 millones más en la lucha contra el fraude.

El problema es que ambas soluciones constituyen un simulacro fiscal indefendible como método racional para abordar el exceso de déficit; y de ello deben ser bien conscientes en Bruselas. El aumento del pago a cuenta de las empresas consiste lisa y llanamente en prolongar las medidas de anticipación del impuesto aprobada en 2012 que vencían en 2016. Pero, como puede entender cualquiera, un anticipo a cuenta del pago de un impuesto no aumenta la recaudación ni, en consecuencia, resuelve el problema del déficit; el agujero que se tapa hoy aparecerá mañana en forma de recaudación menor, y así irá aplicándose una y otra vez el remiendo hasta que venza la medida anticipatoria y ya no pueda cubrirse el déficit.

La mejora en la lucha contra el fraude fiscal es otra ilusión retórica. Es imposible saber en julio cuál será la recaudación antifraude; hasta noviembre no se dispondrá de cuentas aproximadas. La política económica consiste de nuevo en trasladar al futuro el coste de la mala gestión actual del ajuste. Cualquier trampantojo o decorado es bueno con tal de evitar lo que a todas luces es la única solución estructural: aprobar una reforma tributaria que aumente la recaudación.