Un pimiento
El humilde electorado de IU se ha convertido en el protagonista de la política española
Somos más de un millón, a veces dos. Nunca le hemos importado un pimiento a nadie. Durante décadas, nuestros votos han valido muy poco, incluso una décima parte de los emitidos a favor del PSOE o del PP. Una injusticia tan flagrante ni siquiera merecía palabras de consuelo por parte de los agraciados por la ley electoral. Esto es lo que hay, venían a decir, si es que decían algo. Y ahora, de repente, los focos nos aturden mientras la alfombra roja hace cosquillas en las plantas de nuestros pies encallecidos por el infortunio. El humilde electorado de IU se ha convertido en el protagonista de la política española. Todos nos analizan, nos desmenuzan, se preguntan si hemos votado, o no, y a quién. Pero no adelantan mucho, porque es evidente que no nos conocen. ¿Cómo van a conocernos, si nunca les hemos importado un pimiento? Entre los factores que se esgrimen con más insistencia para justificar el presunto fracaso de Unidos Podemos están el miedo a la radicalización y el fin de la transversalidad. Desde dentro, yo me atrevo a opinar sin embargo que la causa principal del resultado ha sido el rechazo del propio electorado de IU a votar otras siglas. Ese voto, en cierta medida, ha contribuido a impedir la ruina del PSOE. Pero, aun siendo consciente de que voy a darle un disgusto a mucha gente, me atrevo a pronosticar con la misma contundencia que esa fuga no es definitiva. Cuando se formen las Cámaras, y se empiecen a negociar los pactos, y cada cual ponga sobre la mesa sus propuestas, florecerán los arrepentimientos que ya han empezado a cundir entre quienes optaron por la abstención. Y, si se mantiene la coalición, la próxima vez será diferente. Porque somos pocos, pero ni más ni menos humanos que cualquier otro hijo pródigo.
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